Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Quizá históricamente el torneo que comenzó este fin de semana sea el más importante de los últimos tiempos para el Once Caldas, no por su favoritismo, si por las urgencias, y por el giro que debe forzar para estabilizarse como institución.
Borrar la amenaza de descenso, estructurar un proyecto, encontrar una idea de juego, elevar los niveles individuales y congraciarse con el público y su entorno, son laborales que van de la mano -inaplazables- de estricto cumplimiento.
Y la verdad es que arranca de cero -se intentó hace un semestre con Francisco Maturana y el resultado fue funesto- con el agravante de que no quedó nada, por lo que este Once Caldas hay que erigirlo desde su identidad y contenido.
Duele decirlo, pero lo primero es montar un equipo con corazón, aguerrido, agresivo, con futbolistas respetuosos y amantes de su profesión, distinto al de los holgazanes, incapaces e indisciplinados que transitaron por acá en épocas recientes.
Quien no sienta la camiseta que no esté, muchos se han beneficiado de una empresa siempre con buenos deseos y malas decisiones -dirigida sin conocimiento del negocio- y la saquearon sin escrúpulos, con reductos que aún no se limpian.
El propio Pacho, millonario de nuevo gracias al Once Caldas, en deterioro del prestigio, la imagen y la solidez de un club que no aguanta más maltrato, y que es deber general proteger como símbolo de la ciudad y su gente.
Que tenga intereses particulares es otro cuento -obedece a las condiciones del mercado- y no hay como plantear un escenario distinto, razón para aceptarlo y luchar por su supervivencia para que nunca pierda su esencia como el Once Caldas de Manizales.
En la medida que bajaron las presiones se ha sentido mayor impacto, los más de seis mil abonados utilizaron el costo de oportunidad para demostrar fidelidad, y en términos generales se sienten vientos de cambio, oportunos, reales y productivos.
La misma mentalidad de los dueños, -hoy mucho más asequibles y cercanos- al punto de que volvieron a invertir pese a los flojos resultados económicos, y una hinchada aparentemente más resistente y tolerante.
Sin mañana, hay demasiado en juego, el margen de error es mínimo y hasta los propios objetivos deben delimitarse, sumando permanentemente para alejar sombras, lo que a la par supondrá una participación exitosa en lo deportivo.
Dependerá en gran medida de la tarea que cumpla Hubert Bodhert, un técnico joven, de interesantes augurios, con positiva respuesta hasta ahora en trabajo, seriedad y responsabilidad, sujeto por supuesto al rigor del resultado.
Sobre sus hombros recae este proyecto que pasará por el funcionamiento en el campo, y que debe incluir entereza, orden y control, y en caso de lograrlo, el agregado de una ganancia inmediata y una consolidación para su carrera.
Equipo liviano en opinión de quien escribe, al que se le puede sacar jugo con aplicación táctica, fuerte por las bandas, inexperto atrás, sin un volante líder de recuperación y con jugadores arriba que pueden resolver.
Que Dios lo llene de sabiduría, que haya entrega y compromiso por parte de los futbolistas, y una comunión plena entre directivos y aficionados, única manera de evitar otro traspié, que ésta vez pasaría una factura de difícil conciliación.
Hasta la próxima...
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