Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Desde la redacción de este Diario nos lanzaron la pregunta del millón a varios periodistas que trabajamos fuera de la ciudad acerca de la crisis futbolística que vive el Once Caldas, y qué debe hacerse en estos momentos.
Respuesta nada fácil, aunque sé que algunos de ustedes pensarán de inmediato en el cambio de entrenador, que en particular no comparto porque es volver por caminos andados, y devuélvanse a los nombres de Sachi, Flabio, Torrente y Lisi.
Consciente -naturalmente- de que no hay progresos con Pacho, en deuda porque su archiconocida filosofía no se ve y su relación con el plantel parece fría, amén de la realidad de un conjunto sumiso, que no brinda espectáculo.
Para el hincha pasional puede ser parte de la solución; para quien toma decisiones el análisis tiene que ser más profundo porque el Once Caldas actual es fruto de la temporada, pero consecuencia de administraciones pasadas.
La historia comenzó con la pifia de los propietarios -de buena fe y por impericia- de vincular a Galván Rey como consejero, fracaso que no se hizo esperar, y luego a Felipe Paniagua, quien convirtió el equipo en una cacharrería.
Este año con la mejor intención se apoyaron en De La Cuesta y Pezzuti, y tampoco funcionó. Trajeron a Maturana ante el asombro general, pero dejaron la tarea a medias, tardaron los refuerzos, y al igual que antes, no fueron los ideales.
Hubo inversión -lo que se pedía- voluntad de cambio y disposición, es decir, los dueños hicieron lo que correspondía, pero fallaron las formas abriendo paso a la primera gran conclusión, un asesor experimentado que sienta el club.
Ese alguien tiene nombre, Jairo Quintero Trujillo. Sé que es una empresa privada en la que solo deciden sus accionistas, pero sugerirles no hace daño cuando se trata de ser competente y rentable en beneficio de una comunidad.
Más que negocio, el Once Caldas es pasión, por lo que poner gente que lo ame, que sepa tomar determinaciones y que se mueva en ese intríngulis del fútbol es asegurar parte de éxito, y Quintero Trujillo cumple con esos requisitos.
Sería recomponer lo estructural, menguar el manejo a larga distancia, y un cable de seguridad para un presidente remoto que delega poco en una junta sin capacidad de maniobra, con escasa inventiva, y que opera en el mundo del fútbol a través de terceros.
Los bandazos en las contrataciones, la relación distante -a veces tensa- con la prensa y los aficionados, la ausencia de liderazgo en la ciudad, y hasta la falta de presión en el trabajo cotidiano, obligan a plantear modificaciones.
Nadie invierte para perder, y no alcanza con lo que hay para proyectar ganancias. Con relación al técnico, debe ser autocrítico y entender que urgen variaciones fundamentales porque lo que pasa no sirve, y menos a su imagen.
Y sobre los jugadores, grave problema de calidad, tanto que Cuadrado siempre sale figura, y aun así recibió 16 goles en 12 partidos. ¿Quién le ayuda? ¿Qué hacen los defensores? Y ni hablar de los atacantes con solo 1 o 2 remates en 90 minutos.
Los resultados son una desgracia, puesto 18, lejos de la clasificación y con una exposición que no gusta. Ver al Once Caldas dejó de ser un placer, se ha vuelto un sufrimiento, y también un fastidio porque los rivales lo someten sin oposición.
Total, mano dura con aquellos que cómodamente viven de la institución sin siquiera aportar compromiso, con sacudida del cuerpo técnico, y un replanteamiento serio hacia el futuro porque el cielo está lleno de nubarrones.
Twitter: @macotal
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Los bandazos en las contrataciones, la relación distante -a veces tensa- con la prensa y los aficionados, la ausencia de liderazgo en la ciudad, y hasta la falta de presión en el trabajo cotidiano, obligan a plantear modificaciones.
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