Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
La verdad, no recuerdo ni tengo el recuento, pero un hincha me asegura que iniciando campeonato en 2010 el Once Caldas estaba a cinco puntos del descenso.
Puede ser, porque entre los títulos de Javier Álvarez -I semestre 2009- y Juan Carlos Osorio -II torneo 2010- hubo dos campañas pobres antes del éxito que lo alejó de la hoguera, saliendo campeón y con cupo a Copa Libertadores.
Ese proceso, liderado por Duván Vásquez, implicó un plan de endeudamiento altísimo que puso en riesgo la institución, eso sí con resultados maravillosos, una estrella, unos cuartos, y un subcampeonato de la mano de Osorio.
Eran otros tiempos, no había respaldo financiero, se raspaba la olla y se hipotecaba el futuro, tanto que al final tuvieron que vender el club por una cifra irrisoria porque los pasivos se lo estaban tragando.
La deuda inmanejable con la DIAN le dio tintes especiales a la transacción, y ahí el mérito por parte de los nuevos dueños que lograron salvarlo, sin suerte en la orientación deportiva por sus reiterados fracasos en el último lustro.
Mala elección de los técnicos, escogencia de jugadores por recomendación -o con ventaja para empresarios- con cero controles de calidad, han hecho parte del menú perdedor, aunque en lo estructural el equipo se sostiene.
Hoy es diferente, y el ejemplo salta a la vista. El Once Caldas actual tiene cómo responder por las obligaciones, ya hubo muestras de que pueden invertir, y si bien hay desanimo por lo sucedido, desfallecer será el acabose.
Esto es con futbolistas, paso a seguir pese a la reticencia, y en lo que no se pueden equivocar porque es la única forma de retocar la cara y volverlo atractivo, sin que se necesitan millones, sí buen ojo y habilidad para negociar.
Es la supervivencia la que está en juego, y decir que no habrá inversión es un pésimo mensaje. Hurgar en el mercado con criterio y atrevimiento, sin tanto comerciante de por medio y exigiéndoles a los asesores, es tarea inmediata.
Solo con materia prima competente se sale adelante. Por eso comparto las medidas adoptadas en cuanto a la poda, pues no hay avales para un grupo que termina último del año en la Liga, y que por naturaleza propia exige reestructuración.
A Ernesto Álvarez, quien se fue por adelantado, y al indeseable de Johan Arango, se sumaron Acosta, Dávinson, Ramírez, Muñoz, ‘Alcatraz’, Gómez, Guillermo, Ortega, Ortiz y Zapata, y aun así, creo que se quedaron cortos.
Ninguno de ellos se ganó el derecho para continuar, y esa lista debería ampliarse con Hárrison Henao y Luis Murillo porque no dan más, y con Elkin Soto por edad, pues si bien jugó algunos partidos interesantes, en la mayoría su aporte fue escaso.
Sus mejores días pasaron, y con su andar cansino no es útil, es hora de un retiro digno, lleno de honores, y que lo vinculen al cuerpo técnico porque se lo merece como el futbolista caldense más importante de la historia.
Y podrían dejar en remojo a Rojano y Marimón -de rendimiento en declive- y a Cañaveral, uno de los que más actuó con calificaciones discretas, pero bueno, al menos hicieron un recorte que coincide con el deplorable desempeño del plantel.
Conservar a Cuadrado, López, Farías, Nazarit y Sinisterra es lógico, y a partir de ahí montar la estantería -corriendo porque el tiempo apremia- y que Bodhert entienda que esto no es Jaguares ni Cartagena, que es el Once Caldas para que comprenda el reto.
Hasta la próxima…
Twitter: @macotal
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Ninguno de ellos se ganó el derecho para continuar, y esa lista debería ampliarse con Hárrison Henao y Luis Murillo porque no dan más, y con Elkin Soto por edad, pues si bien jugó algunos partidos interesantes, en la mayoría su aporte fue escaso.
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