Mucho ha costado asimilar la triste -o vergonzosa- eliminación del Once Caldas, más observando el nivel del Unión Magdalena en los cuadrangulares, o del Pasto, convertido en grata sorpresa.
La permanencia del técnico, Hubert Bodhert, seriamente recriminado por el presidente, Tulio Mario Castrillón, divide opiniones al calificársele como el cerebro del descalabro.
Hay quienes enrostran sus erróneas decisiones -comunes a lo largo del semestre- para fustigarlo, en tanto que otros interpretan la campaña como consecuencia de un plantel incompleto.
Lo cierto es que el fracaso averió la credibilidad del entrenador, y ahora tendrá que reinventarse para crear fórmulas que permitan recuperar la fe en su trabajo, y en sus determinaciones.
La patente para continuar la selló su meritorio pasado -segundo semestre 2018- pero el fútbol es cruel, da revancha y quita, y en su profesión se pierde más de lo que se gana.
En ocasiones los vuelven desechables, basta mirar la cantidad de desempleados que hay -varios de ellos campeones de nuestra Liga- para entender que es un cargo riesgoso.
Inteligencia emocional y estratégica deben tener quienes lo ejercen para no dejarse llevar por la loa, el halago, o el éxito prematuro, ni para dejarse hundir en las etapas de desgracia.
Autocrítica y humildad le faltaron a Bodhert en su momento, se las creyó, y ese monstruo de mil cabezas no perdona, un día aplaude y al siguiente insulta.
Horas no fáciles tendrá que vivir para recomponer, con crédito debilitado, y con ojos encima evitando que repita deslices en el afán de volver viable al Once Caldas.
La dolorosa reprobación en Liga dejó secuelas -como tenía que ser- y curar la herida tomará tiempo, exigiendo justeza y aplicación para rediseñar el nuevo proyecto.
Los dueños del equipo invirtieron, cumplieron, y entregaron un producto competitivo al sentir de su jefe deportivo -DT- y como tal esperaban ganancias, que no las hubo.
Atrás compadrazgos y preferencias, improvisaciones en las alineaciones y rotaciones inconvenientes, optimizando rendimiento con los más capaces, y acertando la escogencia de los refuerzos, que debe ser supervisada por una comisión técnica.
Encontrando rápido el equipo, haciendo lectura debida del juego, con cambios oportunos y precisos, y con carácter en los partidos cruciales, donde se ganan clasificaciones y títulos.
Fallas complementadas con la no estabilidad de una nómina confiable, refuerzos que por condición -o desconfianza- no le respondieron, y titulares marchitos.
La ausencia de gol se puede suplir con intensidad -que no se dio en Santa Marta- y quedarse solo en el quejido poco ayuda al balance porque no aporta soluciones.
Hay que dar el paso entre intenciones y realidad, y como dice un amigo mío, no está mal que recen, que hagan oración, que invoquen al altísimo, pero la ayuda divina la piden todos, y Dios no escoge.
Otra cosa -sin señalar que Once Caldas tenga la supernómina- no requiere 10 caras distintas, ni un revolcón pleno, con 3 o 4 bien elegidos, que garanticen titularidad, resultado y profesionalismo, se puede armar.
Pero ante todo que retorne la confianza, única manera de superar el duelo, y es compromiso general, que incluye a los jugadores, también culpables directos del desaguisado del semestre.
Hasta la próxima…
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