Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
Alguna vez le pregunté a Víctor Marulanda, gerente de gestión y desarrollo en Atlético Nacional –a raíz de un supuesto interés por Cuadrado y Estupiñan– cómo era el proceso de contratación y cómo seleccionaban los refuerzos.
Sin negar que ambos aparecían dentro de los opcionados –sin que fueran prioridad– señaló que tenían un departamento especializado que hacía seguimiento a los jugadores que potencialmente podían integrar la plantilla del campeón de América.
Lista, según el dirigente, que abarca cerca de 20 futbolistas de diferentes clubes que son puestos a consideración del cuerpo técnico, el que a la postre decide de acuerdo con las conveniencias y necesidades.
Este preámbulo para afirmar una vez más que el grave problema del Once Caldas fue ese, una renovación sin altos estándares de calidad, grande en número, sin atender la complejidad de lo competitivo, y sin el debido control del recurso que va al campo.
Vaya uno a saber si por razones económicas, desconocimiento, distanciamiento con el mercado, o por falta de operaciones más agresivas, pero la verdad es que cumplidas 5 fechas de flojo desempeño, la realidad enseña que el Once Caldas fue mal gestionado.
Si el técnico Lisi juega con volantes abiertos, no hay uno solo de perfil izquierdo, teniendo que improvisar a Salazar, tan discreto que parece de barriada, ni desborda, ni gana en el mano a mano, siempre engancha hacia atrás y sus centros cambiados viajan sin dirección.
Aún me pregunto cómo lo sostuvo 90 minutos ante Santa Fe, misma pregunta para el cambio de Ortega mandando a la guerra a Sinisterra –de nula presencia arriba en un partido de exigencia máxima– teniendo en el banco a Romero y Mateo Cardona.
Y para no ser contradictorio en el caso del ‘tiburón’ cuyo aporte es doloroso, de pronto lanzado por un costado, con Estupiñán en punta, eleva el volumen ofensivo en un ataque con 5 partidos sin anotar y apenas 6 o 7 llegadas en 450 minutos de torneo.
Igual la pareja Mateo-Ortega –prueba que no ensaya– sería una alternativa distinta, de esas que con urgencia hay que mirar ante la premura de los resultados y la ausencia de una propuesta colectiva de posesión y control, sin perder tan rápido la pelota.
En defensa, mirándola desde los números –que no cuadran en la era Lisi– un solo gol de penalti en los últimos dos 2 juegos ante rivales fuertes como Medellín y Santa Fe pueden ser indicativo de progreso, contando eso si con las invaluables intervenciones de Cuadrado.
Porque en ataque, el Once Caldas actual da pena, Estupiñán siempre de espaldas en función de pivote, nunca perfilado para rematar, con 2 extremos ausentes por allá sobre las rayas cada uno queriendo resolver a su manera, y cero en fútbol asociado. Con el agravante de los alimentadores desde el medio por la enorme distancia entre todos, la soledad de Ortega, la mínima reacción en velocidad de los hombres de primera línea, y la carencia de sorpresa tanto en salida rápida como en remates de afuera.
Muchos quieren echar al técnico, culpable sí del mal momento y de la aceptación de un plantel conformado sin criterio, pero los mayores responsables son quienes armaron el grupo, porque a diferencia de Nacional aquí no existe plan específico en ese sentido.
El lío es resolver el asunto con lo que hay, la diferencia en la tabla del descenso se ha recortado enormemente, y solo Lisi y su corte –con trabajo, entrega y coraje– serán capaces de superar la vergüenza deparada hasta ahora en el peor inicio de liga en mucho tiempo.
P.D. La ciudad del afecto se le llamaba hace poco a Manizales. Hoy parecemos la capital del odio por la bronca hacia lo que tiene que ver con el Once Caldas. Sigo pensando que las soluciones se prevén a partir de Jaime Pineda, porque no hay quien compre ni interés en vender, instando a deponer los espíritus, sentarse a la mesa y plantear unión de esfuerzos y participación activa como único camino para salir de la crisis.
Hasta la próxima…
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