Los éxitos parciales del Once Caldas no deben obnubilar, ni engañar pensando en un plantel supercompetitivo porque no lo hay, pero dan un fresquito, y todo indica que el compromiso es serio por superar las limitantes existentes en pos de una campaña digna.
La imagen del banco celebrando el gol con el que se ganó en Ibagué, y el posterior festejo de los jugadores tirándose al piso, revolcándose, abrazándose, dan a entender que en asuntos de motivación el punto está alto, y que la recuperación entró en zona franca.
A falta de técnica, buenas son agallas, y en un campeonato como el nuestro sí que valen, pues aunque al final terminan venciendo los grandes, en el día a día esas diferencias se disimulan, y así no agencien títulos al menos sirven para dar la pelea.
Del bochorno del comienzo a hoy hay distancia, el actual es un equipo compacto, capaz de aguantar la pelota -lo que nunca se hizo durante la mala racha- con menos espacios entre las líneas del fondo, con coberturas, y que trata de ser grupal en su propuesta.
Extrañamente, y suena paradójico después de marcar cinco por fuera en dos contiendas, el gol no es su fuerte, siendo necesaria una participación activa de los hombres por las bandas para generar otra clase de alternativas, y que no sea solo a través de Estupiñán.
También falta asociación en el medio para que Ortega a pocos metros tenga con quien jugar a un toque, o hacer una pared, y el equipo no se repita tanto en el pelotazo hacia los costados sin adecuada finalización, léase Cure, Salazar, Acosta o Sinisterra.
En el último choque, y quizá contrariando los preceptos del propio Lisi, la victoria se logró con dos puntas y con dos de armado, otra fórmula válida buscando que el Once Caldas tenga más volumen de juego, yendo todo ligado por supuesto al nivel de sus unidades.
Desde el partido contra el Medellín –poderoso de verdad por la riqueza de su plantilla– se evidencia alza en el rendimiento colectivo y mejoras en las respuestas individuales, dando a entender asimilación al trabajo de semana y sincronización tras las repeticiones.
En aquella ocasión no alcanzó por la mano pitada como penalti a Córdoba y la injusta expulsión de ‘Alcatraz’ García. Luego en el empate con Santa Fe, una retaguardia que sin llenar mostró progresos, y un tren ofensivo que seguía en deuda.
Contra Bucaramanga fue el dueño del campo, confundió al rival, le marcó tempranito y lo remató antes del descanso con un golazo de Ortega, observándose ya un Once Caldas con criterio para aguantar el guarismo ante la lógica arremetida del anfitrión.
Y frente al Tolima, que muchos calificaron como discreto, creo que fue el Once Caldas el que lo sometió, remontando en dos ocasiones y dejando siempre la percepción de justo triunfador, independiente de que haya sido en los últimos cuatro minutos.
En suma, hay evolución, la labor del técnico se siente -enhorabuena que no hayan hecho eco de voces que pedían su relevo- y es un gusto ver jugadores que anteponen corazón frente a ciertas restricciones en la nómina, imposibles de corregir por ahora.
Y en esta época de dudas, los derechos se adquieren asistiendo al estadio, y hoy plato fuerte con un Junior que llega con la soga al cuello, obligado a ganar para no perder a Gamero, y un Once Caldas en desarrollo que hace rato no triunfa en casa.
Mientras que la mesa de trabajo propuesta por la Alcaldía pregunta si hay voluntad para vender acciones, insisto en que las soluciones deben plantearse desde los dueños invitándolos a invertir ofreciéndoles contraprestación y dentro de un ambiente de sana convivencia.
P.D. Respeto la posición de los colegas, pero no creo que organizar la información sea coartar la libertad de prensa -ocurre en la mayoría de los clubes del mundo y en los grandes torneos- y tenemos que acomodarnos a ese nuevo orden institucional. Menos prevención y más apoyo.
Hasta la próxima…
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