Mario César Otálvaro
LA PATRIA | Bogotá
La sensación es la misma que cuando comenzó Maturana, es decir, de que se puede, aún con las restricciones presupuestales, la ausencia de jugadores triple A, y hasta el sonoro impacto de los poderosos con sus millonarias inversiones.
Todo montado sobre la ilusión irrenunciable del hincha, la esperanza que nunca se pierde, y el eterno deseo de ver siempre al Once Caldas en la cumbre, más arrancando a 3 puntos del descenso y con 4 eliminaciones seguidas a cuestas.
Con Pacho, fracaso monumental desde el primer partido cuando descalificó a sus dirigidos y a los dueños bajo el falso argumento de promesas incumplidas, cuento que se tragó la crítica que solo al final entendió el engaño.
Luego, desencuentro con el grupo, cero liderazgo, mucho verso y poca labor, una cosecha en puntos lamentable, y desencanto general -incluyendo a quienes lo creímos parte de la solución- llevándose además un botín ($$$) que hoy hace falta.
El problema entonces se traslada a Hubert Bodhert, ubicado en un sector diametralmente opuesto, con experiencia corta pero interesantes indicios, y reconocido por hacer fuego frondoso con leña de árboles verdes.
Y sin el ánimo de hacer comparaciones, las muestras iniciales son contundentes como hombre insistente por el trabajo, preocupado por los detalles cotidianos, estudioso de la táctica y conocedor de su materia prima.
Que no garantiza necesariamente resultados, pues este Once Caldas está por construirse, urgido de una propuesta ajustada a sus limitaciones, de la muñeca, manejo y exigencia sobre sus filas, y particularmente del sello que se le imponga.
Dependiendo -porque es realidad en el fútbol- de la voluntad, entrega, sacrificio y disciplina de los integrantes del plantel, en lo que se ha fallado con recurrencia, y factores determinantes al evaluar las malas campañas pasadas.
De Bodhert se espera que empotre una idea de juego potenciando individualidades, y tratando de hacer colectivo -mérito que ya tuvo en su reciente paso por Jaguares- porque carece de unidades que marquen diferencia por si solos.
Los refuerzos generan expectativa a pesar de que eran suplentes, y la base -más allá de que se dejó lo rescatable- es la misma fracasada de antes, así que la tarea está por hacerse, y tendrá que moldear un equipo a su imagen y semejanza.
Los objetivos trazados por la dirigencia fueron claros, un Once Caldas que salga a ganar, que ataque, presione, preparado físicamente, sólido en defensa, y que proyecte nuevas figuras. O sea, lo contrario a la magra escuadra de 2017.
Duro reto para consagración definitiva de quien se abre espacio en un momento complicado para la estrategia nacional por las apuestas sobre entrenadores de prestigio y de altísimo costo en el mercado internacional.
Con Maturana se empezó con optimismo, y pronto se derrumbó el castillo de naipes. Con Bodhert se arranca igual, confiando en que pueda edificar para bien suyo y del conjunto, pues un nuevo fracaso se pagará con llanto.
P.D. A Elkin Soto hay que rendirle homenaje como el jugador más importante en la historia del fútbol caldense, inclusive vincularlo al cuerpo técnico, pero llevarlo a la nómina no me parece, menos cuando renunció a realizar la pretemporada.
Hasta la próxima...
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