Pareciera que el problema de la contaminación y del daño al planeta fuera algo causado por “otros”, un grupo de humanos al que no pertenecemos. A todos, nos hace falta más autocrítica y nos sobra “criticadera” sobre la destrucción del planeta, como si cada uno no hiciéramos parte de ese colectivo que es parte del problema y podría ser también, de la solución. Nos hace falta mirarnos, analizar nuestro comportamiento personal y familiar con el ecosistema y adoptar una posición frente a éste. Es cierto que los gobiernos pueden y deberían hacer más, pero no podemos esperar que actúen. Es hora de adoptar la sostenibilidad como un valor central de nuestras vidas y de nuestras familias e inculcarlo como se inculca el respeto o la honestidad.
Todos los días leemos, vemos y oímos noticias sobre la contaminación de los mares, la destrucción de las selvas y los daños para la fauna y flora, la reducción de las abejas y cómo esto podría impactar negativamente en aspectos como nuestra propia alimentación, la destrucción de los arrecifes de coral, las especies que se extinguen diariamente y las que están en vía de extinción. Aunque podamos sentir “mucho pesar” por lo que pasa, no nos identificamos como parte de la causa ni creemos que debemos o podemos contribuir a la solución. Tampoco podemos esperar, como siempre pretendemos, “que el gobierno lo solucione”. Es hora de adoptar una postura política y personal que probablemente no impactará a corto plazo, pero sí lo hará a largo plazo.
La política ambiental de nuestro país, en general, ha sido tímida y burocrática. No ha estado enfocada en buscar la sostenibilidad. Si bien se han hecho algunos esfuerzos por proteger la fauna y flora, se requieren incentivos y acciones contundentes para que trabajemos en la conservación de nuestros ecosistemas y adoptemos la sostenibilidad como eje de nuestras actuaciones. Lo que los gobiernos deben hacer y cambiar es una lista larga. Sin embargo, podemos mencionar que, ni siquiera municipios importantes cuentan con algo tan básico como un sistema de separación de basuras que permita el adecuado uso de los rellenos sanitarios y el reciclaje y reutilización de materiales como el plástico o vidrio que desechamos a diario.
A pesar de lo anterior, mientras las políticas públicas ambientales caminan a paso de tortuga, cada uno sí puede poner su grano de arena desde su comportamiento. Algunas acciones las promocionan a diario: reducir la utilización de botellas, usar y reutilizar las bolsas. De otras, sin embargo, no se habla tanto: preferir comprar los productos sin empaques y producidos localmente, lo que reduce, por ejemplo, el CO2 para su transporte; comprar ropa racionalmente (la velocidad de la moda es insostenible); incentivar la siembra de especies silvestres que protejan el medio ambiente y sirvan de provisión para las abejas y demás polinizadores; separar los residuos ordinarios de los que son reutilizables o reciclables y, como conjuntos residenciales o edificios, buscar alianzas con organizaciones de recicladores que los puedan aprovechar. En fin, es mucho lo que se puede hacer con un poco más de consciencia y visión de sostenibilidad.
Ahora, el reto desde la industria es mayor y por su importancia merece ser abordada en una próxima columna. No obstante, se debe mencionar que el objetivo es buscar y llegar a ser sostenibles desde lo económico, ambiental y social.
Hay mucho por hacer y en eso debemos participar todos los ciudadanos, las empresas y, por supuesto, los gobiernos. Debemos reconocer nuestra responsabilidad personal y observar mejor nuestros actos. No podemos esperar que “nos solucionen el problema” sino que debemos adoptar una postura política y de valores frente a este que, no solo es un problema de todos, sino que todos somos la causa y debemos ser parte de la solución.
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