La tragedia que arrasó Armero y parte de Chinchiná, el 13 de noviembre de 1985, es una de las mayores del siglo XX. ‘La profecía de Armero’ es el título de un artículo de Carlos Mauricio Vega, de junio 11 de 2010 en Semana, donde afirma que en Ingeominas reposa un informe de 1845, que podía haber sido el relato de lo que pasó hace 32 años. En 1882, cuando se iba a fundar Armero, se había advertido que los flujos de sedimento y agua, que bajan desde las laderas de los volcanes, son periódicos y se repiten con un intervalo exacto. Según estudios científicos, la siguiente erupción del Ruiz sería la 2ª semana de noviembre de 1985, con una posibilidad de erupción del 100% y, en caso de caída de material incandescente sobre los glaciares, un 10% del hielo podría descongelarse y fluir. No obstante, la orden de evacuación, en Armero, solo se dio después de detectar la erupción, no funcionaron las alarmas, no hubo comunicación masiva a la población, faltó coordinación entre la alcaldía y la gobernación y no se atendió la advertencia de Ingeominas, sobre la avalancha en caso de erupción.
Otra historia, es la de Mocoa el pasado 1° de abril cuando, los tres ríos que atraviesan el municipio, se desbordaron y arrastraron toneladas de barro, que afectaron 16 barrios y desaparecieron el barrio San Miguel. Según un artículo de Antonio Paz Cardona, en Semana Sostenible, estudios con 9 meses de anterioridad, advertían sobre la tragedia; la deforestación y la falta de actualización del POT pudieron incidir en la magnitud del evento. El director de Corpoamazonía, Luis Alexánder Mejía, dijo que en un sobrevuelo sobre las vertientes de los ríos, se determinó que el uso inadecuado del suelo activó antiguos deslizamientos y generó nuevos; se vivió un fenómeno similar a otro ocurrido hace 50 años, en la misma zona, antes de que estuviera poblada. Mejía recomienda tener una política pública más propositiva frente al tema ambiental, una coordinación interinstitucional más eficiente, atender las advertencias sobre zonas de riesgo y hace un llamado para que las comunidades conozcan y manejen el territorio adecuadamente.
Hace unos días, este diario publicó un recuento de los desastres relacionados con emergencias de la naturaleza que, en los últimos 35 años, han afectado a Manizales; empezando por el derrumbe de 20 viviendas en el barrio San Fernando en 1982, hasta los deslizamientos del pasado 17 de abril, con 17 muertos y 80 viviendas destruidas; para un total de 163 muertos y muchos desaparecidos. Al igual que en Armero y Mocoa, no sería legítimo decir, como escuché recientemente ‘no sabíamos que esto podía pasar’. Tengo la percepción y puedo estar equivocada, que nos da miedo reconocer la magnitud de los problemas y decimos que todo está bien, antes de hacer un análisis profundo que permita encontrar soluciones estructurales. Por supuesto, hay muchas cosas que hacemos bien y debemos estar orgullosos; sin embargo, estar bien no es sinónimo de negar la realidad.
Superar las dificultades y estar bien empieza por reconocer que estamos ante una situación compleja, en la cual todos, por acción o por omisión, tenemos responsabilidad; también es importante, conectarnos con nuestra emocionalidad. Tal vez haya tristeza y está bien, ella nos recuerda que hemos perdido o estamos perdiendo algo que nos importa; vidas, bienes, patrimonio, confianza. Démosle también la bienvenida a la rabia, que nos da fortaleza para enfrentar los momentos difíciles y nos invita a poner límites, para que este tipo de cosas no se repitan. Tengamos valor para reconocer el miedo, porque éste indica que hay una amenaza y debemos cuidarnos. No podemos anestesiar nuestras emociones y decir que todo está bien; las emociones nos recuerdan que estamos vivos, que nos importa lo que pasa, que tenemos la humildad y la valentía para reconocer que nuestra primera tarea es aprender, saber en qué nos hemos equivocado, qué necesitamos hacer diferente, qué debemos mantener y cuidar. Aprender es un ejercicio que va más allá de identificar las causas técnicas, es una invitación personal que nos obliga a revisar y revisarnos, para no maquillar los problemas y encontrar soluciones de fondo.
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