‘La solidaridad, un valor que se consolida. Necesitamos ahora trabajar por la confianza’. Este es un trino que leí en estos días, con motivo de la gran generosidad y sensibilidad demostrada por los manizaleños, ante el dolor de quienes lo perdieron todo o casi todo, por los deslizamientos del pasado 19 de abril. Una tragedia que no termina y ante la cual deberíamos mantenernos vigilantes y, sobre todo, conscientes de la importancia de ir más allá de la emergencia, para que las personas y las familias reciban una ayuda que les permita volver a empezar y recuperar sus vidas.
Alguien a quien le informaron que debía desalojar su casa me decía ‘qué voy a hacer con un arriendo para dos o tres meses, si después no tengo con qué seguir pagando, mi casita es muy humilde, pero es mía’, y ni qué decir de las historias que hemos escuchado o leído sobre personas que no solo perdieron su casa y lo que tenían en ella, sino sus seres queridos. Hay mucha tristeza por las pérdidas humanas y materiales, hay miedo por lo que pueda suceder en los próximos días y más adelante, hay un fuerte sentimiento de injusticia ¿Por qué a mí?
Si se trata de mantener la solidaridad más allá de la emergencia y de construir confianza, considero necesario empezar por reconocer y valorar un sentimiento que muchas veces preferimos negar o esconder, la vulnerabilidad; una palabra que se deriva de tres vocablos latinos: Vulnus ‘herida o golpe’; abilis ‘que puede’; y dad ‘cualidad’; desde su etimología podría definirse como ‘posibilidad de ser herido o golpeado’.
Brené Brown, académica y escritora estadounidense, profesora e investigadora en la Universidad de Houston, se ha dedicado a estudiar el poder de la vulnerabilidad, asociado con la capacidad de reconocer que vivimos en un mundo vulnerable en el que no todo se puede predecir y controlar. La única posibilidad, según Brown, para poder conectarnos realmente, es tener el coraje de ser imperfectos y ser amables con nosotros mismos aceptando nuestras imperfecciones, dejarnos ver y vernos como seres vulnerables, en su lenguaje ‘amar con el corazón, aunque no haya garantías’.
¿Qué necesitamos hacer para no perder el impulso y mantener este sentimiento de responsabilidad mutua y avanzar en la fase de recuperación y reconstrucción? Tal vez la emergencia en términos físicos haya terminado, y quién sabe, porque mientras escribo esta columna siento el ruido de la lluvia inclemente en mi ventana y me pregunto ¿qué estará pasando en las zonas vulnerables? Confieso que siento miedo, me siento impotente y quisiera poder hacer algo que realmente hiciera la diferencia para alguien. De lo que sí estoy segura es que hay una cantidad de personas y familias que están atravesando por un gran duelo ante la pérdida de sus seres queridos, y otra gran cantidad que se quedaron sin casa y sin los bienes materiales que, con tanto esfuerzo, habían conseguido. Aunque es muy importante reconocer que se han hecho cosas valiosas en la dirección correcta, también es necesario revisar y aprender de lo que no hemos hecho bien en el pasado y, sobre todo, reconocer que todos somos igualmente frágiles y responsables de esta reconstrucción que involucra tanto aspectos técnicos y económicos, como emocionales y sociales.
En una columna anterior, mencionaba la importancia de construir confianza desde la vulnerabilidad; considero que este puede ser un buen momento para retomar el tema y plantear la posibilidad de promover espacios de conversación donde se permita expresar, con tranquilidad y amablemente, lo que nos preocupa, lo que no hemos hecho bien, lo que podríamos manejar diferente, viéndonos y dejándonos ver vulnerables; también, expresando gratitud por las ayudas, la colaboración, la solidaridad de cada persona y cada institución. Espacios donde empecemos a escuchar, con un corazón abierto, no solo las soluciones y respuestas que queremos, sino los sentimientos que nos acompañan. El entusiasmo y la capacidad de volver a empezar necesitan que cada persona se sienta digna, importante, valorada y acompañada; tal vez no sea una tarea fácil, pero podemos hacerlo paso a paso, para convertir la crisis en oportunidad y renacer como el Ave Fénix.
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