Una pregunta que repito con frecuencia, cuando acompaño procesos de aprendizaje personal y organizacional es ‘Cómo te cuidas’, ‘Qué necesitamos cuidar’. Es interesante la sorpresa que genera en el o los interlocutores este tema del cuidado; parecería que la mayoría de las veces estamos tan enfocados en lograr una meta, conseguir un resultado, dar el siguiente paso, estar mejor preparados, ser más competitivos, que nos olvidamos de pensar en la inversión que estamos haciendo, no solo en términos económicos, sino en cuanto a la energía y esfuerzo que se traducen en escasez de tiempo y falta de ‘ganas’ para ocuparnos de nosotros mismos, de nuestros seres queridos y de las cosas que realmente nos importan.
El filósofo y teólogo brasileño Leonardo Boff dice ‘Si quieres salvar este bello y pequeño planeta, tu hogar humano, si quieres salvar la diversidad de formas de vida, si quieres salvar la civilización humana y si quieres salvarte a ti mismo, entonces empieza ahora mismo a cuidar de todo y de todos, porque fuera del cuidado no hay salvación para nadie’. ¿Por qué nos cuesta tanto cuidar? Tal vez porque es una palabra que está asociada a enfermedad, fragilidad y vulnerabilidad, en un mundo en el que nos educan para ser fuertes, para competir, para ganar, para ser los mejores; si alguien me cuida es porque soy débil y, al mismo tiempo, el que cuida debe ser el que está más desocupado para dedicarse a esta tarea que algunos consideran menor. Si como sociedad estuviéramos convencidos que el cuidado es importante, tal vez quienes dedican su vida a cuidar a otros, tendrían un mayor reconocimiento por parte de la sociedad.
La palabra que encontramos en el diccionario como antónimo de cuidado es descuidado; pienso que, más allá del vocablo, lo que se opone al cuidado es la arrogancia del que se cree tan fuerte que no necesita ayuda de ninguna clase y que, a su vez, el resto de las personas tienen que ser autosuficientes para valerse por sí mismas ¿Será que se nos ha ido la mano en esto de la autosuficiencia? ¿No debería ser legítimo que desde niños aprendiéramos a reconocer nuestras fragilidades? ¿En qué nos diferenciamos de Hitler cuando escondemos nuestras propias vulnerabilidades y despreciamos a los que no son tan capaces como nosotros? ¿Cuántos asesinatos estamos cometiendo en la sociedad actual por cuenta de nuestra incapacidad para reconocer que todos somos seres humanos dignos y valiosos, sin importar nuestras dificultades o debilidades?
Quiero llevar esta reflexión al ámbito de la política y de las próximas elecciones. Francisco Manrique dice esta semana en su blog ciudadanoglobalfm.blogspot.com.co que en esta recta final al gobierno se le está cayendo la estantería y que es responsabilidad del siguiente gobierno ejercer un liderazgo que permita recomponerla. Estoy de acuerdo con esta reflexión y además creo que el reto empieza por nosotros, por cada colombiano apto para participar en estos comicios. Lo primero que deberíamos hacer es empezar por reconocer que las dificultades son de todos, que los frágiles y vulnerables no son los que están viviendo en la pobreza, los desempleados, los enfermos, los que están en las cárceles, etc., todos somos frágiles y somos responsables y por cuenta de no reconocerlo y sentirnos víctimas queremos encontrar a alguien que, con su fórmula mágica, nos traiga las soluciones. ¿Cuál de los candidatos está dispuesto a mirar de frente las dificultades del país, reconociendo que no tiene todas las respuestas porque no hay una fórmula mágica y el país debemos reconstruirlo entre todos? La política debe ser un medio para cuidar a los ciudadanos, el papel de los políticos debería ser generar puntos de encuentro para la construcción de propósitos colectivos que nos permitan avanzar hacia un territorio de paz con oportunidades dignas para todos. Citando de nuevo a Boff: ‘Saber cuidar se constituye en el aprendizaje fundamental dentro de los desafíos de supervivencia de la especie porque el cuidado no es una opción: los seres humanos aprendemos a cuidar o perecemos (…) el cuidado es y será el nuevo paradigma ordenador y orientador de la política, la ciencia, la economía, la empresa, la estética, la vida cotidiana’.
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