En la primavera de 1945, Martha Hillers tenía 30 años y vivía en Berlín, entre el 27 de abril y el 1 de mayo fue violada 6 veces por 4 soldados soviéticos. En su diario sobre aquellos días relata cosas como estas: “¿Cuántas veces te violaron, Ilse? Cuatro, ¿y a ti? Ni idea. (…) Hicieron cola, se esperaban el uno al otro, fueron por lo menos veinte, pero que no lo sabe con certeza. Casi todos se cebaron con ella.” Después de esos primeros ataques sexuales Martha, decide convertirse en la amante de un comandante ruso, así no sería violada por cuanto soldado entrara al lugar donde vivía. El 3 de mayo escribió: “Bien, de acuerdo, pero todavía no he respondido a la pregunta de si tengo que calificarme de puta, ya que prácticamente vivo de mi cuerpo y recibo alimentos a cambio de entregarme. Mientras escribía las líneas de antes he tenido que pararme a reflexionar por qué me recrimino moralmente y actúo como si el oficio de puta estuviera por debajo de mi dignidad. (…) Pero hoy pienso que los niños tienen razón en sus miedos en torno a todo lo sexual. El sexo es una caja de cuchillos demasiado afilados.”
El diario de Martha durante la Batalla de Berlín, donde no solo habla de sus violaciones sino las de muchísimas más, fue publicado en 1954 y recibió un fuerte rechazo por considerarlo un texto que deshonraba a las mujeres alemanas. En 2003, después de la muerte de la autora, el texto fue nuevamente publicado y recibió una especial acogida entre los lectores, así como el respaldo de historiadores y reporteros de guerra sobre los hechos ocurridos en Berlín desde abril hasta junio de 1945.
No hablar de los casos de violencia sexual, incluso en el marco de una guerra y de un violador desconocido, es una constante en este tipo de delitos. Solo hasta 1992, los crímenes sexuales ocurridos en los conflictos armados fueron tratados como tales, por primera vez, por el Tribunal Penal Internacional para la exYugoslavia. Una de las características de la violencia sexual radica en que el perpetrador hace sentir a la víctima culpable de la agresión: sucia, despreciable, deshonrada (como las mujeres alemanas). Así mismo, es fundamental que entre el agredido y el agresor exista una relación de poder donde este último tiene el control, situación que se hace más compleja de enunciar y evidenciar cuando existen relaciones familiares, sentimentales y laborales entre la víctima y el victimario. Esas características hacen que sea muy difícil hablar, denunciar y probar los delitos sexuales. Esta situación se ejemplifica claramente en el silencio que durante años se mantuvo con relación a las distintas formas de violencia sexual y de género que ejercía Harvey Weinstein, que como el caso de las berlinesas, era un secreto a voces.
Como respuesta al movimiento Me Too, o Yo también, que busca empoderar a las mujeres que han sido víctimas de violencia sexual para que hablen del tema y denuncien a sus agresores, trabajo que vienen haciendo mucho antes de que se hiciera público el caso Weintain, un grupo diverso de mujeres francesas suscribió un manifiesto el pasado 9 de enero. En dicho documento señalan: “Es la característica del puritanismo tomar prestado, en nombre de un llamado bien general, los argumentos de la protección de las mujeres y su emancipación para vincularlas a un estado de víctimas eternas. (…) Esta fiebre para enviar a los "cerdos" al matadero, lejos de ayudar a las mujeres a empoderarse, en realidad sirve a los intereses de los enemigos de la libertad sexual, los extremistas religiosos, los peores reaccionarios y los que creen -en nombre de una concepción sustancial de la moralidad buena y victoriana- que las mujeres son seres "separados", niñas con una cara de adulto, que exigen protección.”
Tienen razón las francesas que suscriben el documento en que en algunos casos ha habido exageraciones en las denuncias y en las reacciones a estas, sin embargo, no han sido la mayoría. Me aparto pues de la interpretación que tienen las señoras del manifiesto sobre el puritanismo. Es más, considero que es el puritanismo lo que no permite que mujeres, niñas, niños e incluso hombres adultos hablen abiertamente de los casos de violencia sexual de las que son víctimas, es el puritanismo lo que fomenta el silencio y la impunidad del agresor, es el puritanismo lo que perpetúa esta práctica social extendida en la familia, en el trabajo, en las instituciones educativas, religiosas, deportivas … La violencia sexual no solo necesita sanción judicial, como se aclama en el manifiesto, también requiere de una fuerte sanción social que no puede confundirse con puritanismo.
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