A finales del mes de junio se celebra en varias ciudades del mundo la marcha del orgullo LGTBI. Tenemos tanto de qué estar orgullosos de la comunidad LGTBI. En una sociedad donde la gran mayoría de los ciudadanos nacen, crecen, se reproducen, pagan deudas y mueren, sin cuestionarse mucha cosas; los miembros de la comunidad LGTBI han sido capaces de dudar ese ciclo predestinado, de ese camino que se supone debe ser la vida. ¿Cuántos de nosotros no hemos renunciado a partes de nuestra autenticidad, identidad y libertad para no transgredir las normas sociales establecidas, para no molestar, para congraciar? Estar orgulloso de la comunidad LGTBI es reconocer esa valentía en aceptar y defender su identidad aunque eso implique un costo social y personal muy alto. Adicionalmente, después de abrir las puertas del closet, continúa el trabajo duro de enfrentar múltiples formas de discriminación. También me siento orgullosa de la comunidad LGTBI porque entre ellos conozco a ejemplares abogadas, médicos, deportistas, ciudadanos, políticas, ingenieras, artistas… a miembros de familia altamente comprometidos: padres, madres, hijos, nietas y, sin lugar a dudas, a los mejores amigos. Y lo son aún en un contexto social que les es adverso para el normal desarrollo de la vida política, social, laboral y familiar. En la mayoría de los casos resulta muy agradable y retador conversar y discutir con miembros de la comunidad LGTBI, porque han aprendido a cuestionar, a dudar, a no tragar entero, a no asumir nada por absoluto.
El juicioso trabajo político de la comunidad LGTBI ha conseguido que, en una sociedad conservadora como es la colombiana, se reconociera: en el 2007 la unión marital de hecho para parejas del mismo sexo, en el 2009 la igualdad entre compañeros permanentes, en 2011 las familias formadas por miembros de la comunidad LGTBI, en 2015 el derecho a la adopción, en 2016 el matrimonio igualitario. Por último, el 2017 se logró frenar el referendo discriminatorio que algunos movimientos políticos, hoy con mayores cuotas de poder, intentaron promover. La marcha del orgullo LGTBI es, además, un acto político feliz, lleno de color, de baile, de amor, de comunidad. La política debería aprender más del activismo gay; una forma de actuar en lo público que busca alcanzar y garantizar derechos sin pisotear a nadie, sin pretender imponer una visión única, sin intención de convertir ni evangelizar con ánimo totalizador, un espacio público donde todas las visiones e interpretaciones son válidas y posibles.
Manizales, la ciudad de las puertas abiertas, abrirá las puertas del closet el próximo sábado 14 de julio a las 2:30 de la tarde en El Cable, bajo el lema: “Aquí todos cabemos.” Los invito a celebrar el orgullo de esa diversidad que nace de la duda, de la crítica, del inconformismo, de la valentía de apostar por la identidad. Yo estaré allí con mis hijos, porque desde ese espacio quiero enseñarles que lo público se construye desde la diferencia, que uno de los objetivos fundamentales de la política es que quepamos todos y que es un compromiso ético apoyar en la consolidación legal, social y económica de los derechos de la comunidad LGTBI.
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