Dicen que “no hay vivo bueno ni muerto malo”, pero en el caso de Jaime, hay que resaltar que, fue un vivo bueno. Era una persona trabajadora, se había hecho a pulso, tenía una esposa y un hijo y una cualidad especial: compartía su conocimiento sin restricciones, estaba listo para echarle una mano a quien se lo pedía y a colaborar en cuanta actividad social, educativa, caritativa o empresarial se le proponía. A Jaime lo mataron en Manizales por una de esas cosas que se podrían solucionar si los mecanismos alternativos de resolución de conflictos, la justicia, el acatamiento a las normas fueran respetadas en este país. Así como a Temístocles Machado, que lo asesinaron por exigir algo tan básico como el acceso a servicios públicos domiciliarios, y a quien no le dieron protección estatal porque él consideraba que esta debía ser para todos los líderes de la comunidad, no unipersonal, y algo más que un radio y un chaleco antibalas. Es decir, a Jaime y a don Temístocles los mataron porque este Estado cojea más de lo que camina.
Un sicario acabó con la vida de Jaime en una calle de Manizales. En LA PATRIA subieron la noticia a su cuenta de Twitter, un transeúnte que pasaba por el lugar tomó una foto de su cadáver con el disparo en la sien y la subió a esa red social como respuesta a la noticia del periódico. Yo, que soy una usuaria asidua de esa herramienta, desafortunadamente, vi la imagen. Recuerdo a Jaime con mucho cariño y con mucho rencor también, de que haya sido víctima de la violencia de este país por un lío estúpido que pudo haber tenido solución pacífica si Colombia tuviera instituciones fortalecidas. Sin embargo, siempre que pienso en él, sin falta y aunque trate de desviar la mente hacia otro lado, vuelve esa foto macabra de mi amigo sin vida.
Después del atentado terrorista a la Policía el sábado pasado en Barranquilla, varios políticos, algunos candidatos presidenciales, subieron fotos de los cadáveres de las víctimas a las redes sociales. Todos pretendían, con la imagen, hacer campaña política desde sus banderas. Algunos ciudadanos nos quejamos, otros defendieron la posición de sus líderes argumentando que no se puede permitir tapar la realidad con una mano, ni pretender que los problemas políticos y sociales de Colombia se manejen con una asepsia que no permita ver la realidad. Vargas Lleras y Petro borraron sus tuits al respecto. Por su parte, María Fernanda Cabal insiste en que publicar este tipo de información es hacer evidente el contexto del país. No se necesita ver correr la sangre para entender que es imperativo fortalecer la protección de ciertos grupos sociales y aumentar los niveles de tolerancia, respeto y convivencia pacífica. Sobre símbolos sin sangre acerca de los horrores del pasado están edificadas las democracias.
Entonces, esto no se trata de querer esconder la grave situación que vive el país, ni de intentar blanquear que este periodo de posconflicto y negociación que está dejando en evidencia la imposibilidad del Estado de prestar la seguridad, sobre todo, a los líderes sociales, así como a otros sectores de la población. Aun así, este tipo de imágenes no deben ser publicadas, sin importar las banderas, los ideales y los proyectos políticos que se busquen defender, porque se trata de proteger a la familia de las víctimas y de preservar su honra y su memoria. Si un candidato a cualquier puesto público es capaz de hacer una publicación de este tipo como mensaje político, esta persona carece de una característica fundamental que debe acompañar a cualquier líder: la empatía.
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