Hace 10 años, como resultado de la crisis de los 90, todavía era común oír en Manizales que la ciudad había quedado convertida en un “reversadero de buses con obispo”. Esa es la expresión con la que termina un artículo de Pablo Rolando Arango, titulado “Filosofías del Viejo Caldas” publicado en Universo Centro – que de paso recomiendo porque es muy bello-. En el escrito, Arango cuenta que él era hobbesiano – Hobbes es el autor de la célebre frase: “el hombre es el lobo para el hombre” – pero que Manizales lo había cambiado. Narra entonces Arango que ese cambio se debió a situaciones que vivió en la ciudad, en las que personas que sin tener mucho, casi nada, incluso menos que él, le habían ofrecido, con generosidad, cosas que él ni siquiera había pedido pero que estos desprendidos personajes consideraron, en su momento, que las necesitaba. Después de leer este artículo, queda la sensación de satisfacción por vivir en un lugar donde la solidaridad, la empatía y la generosidad sigan vigentes, aún en los momentos más difíciles.
Han sido claras las muestras de fraternidad de los manizaleños en esta tragedia, ha tenido un profundo impacto emocional para la gente de la ciudad ser testigos de tantas muestras de ayuda y desprendida compasión. Un habitante de la calle donó dos mil pesos para los damnificados, “se lo que es vivir en la calle, ellos lo necesitan más que yo” dijo. He visto gente sin trabajo ir a comprar colchonetas y artículos de aseo para llevar a los albergues, emprendedoras endeudadas y con ingresos reducidos ofrecer un porcentaje de las ventas de sus productos para ayudar a los damnificados. Una empresaria del sector turismo copó la capacidad de su hostal, su fuente de ingresos, para recibir a familias que han perdido sus hogares. Los taxistas se ofrecieron a transportar gratis a los damnificados; médicos, psicólogos, veterinarios también prestaron sus servicios sin costo.
Desde hace 5 o 6 años esa idea de que Manizales no tenía futuro, que no tenía norte, que no había oportunidades ha venido cambiando en el medida en que se empiezan a hacer visibles importantes proceso de desarrollo en la ciudad. Se ha consensuado que Manizales basará su oferta de valor en el conocimiento. Asimismo, se han llevado a cabo significativos programas y alianzas público privadas que buscan alcanzar esa meta. Esto ha estado acompañado de informes e indicadores que demuestran el liderazgo del municipio en aspectos como el Índice de Progreso Social, la mejor ciudad del país para la población universitaria, la de más alta calidad de vida, la de mayor empleabilidad de los egresados de sus universidades…
Nuevamente, este desastre natural nos pone de manifiesto que en Manizales se están haciendo las cosas bien. Este aguacero atípico, hubiera tenido consecuencias muchísimo más graves si desde hace más de 15 años en la ciudad no se hubieran preocupado, de manera juiciosa, por mitigar los riesgos que implican vivir en estas montañas, de las que nos sentimos tan orgullos. Aquí vale la pena resaltar el trabajo de las Guardianas de la Ladera, de Corpocaldas, de la Oficina Municipal de Prevención y Atención de Desastres (OMPAD) y de las universidades que han puesto a su servicio el conocimiento y la investigación sobre las formas de contener estas amenazas.
Sin embargo, esta situación implica nuevos retos, así como poner a prueba la solidaridad de largo plazo. 6.000 familias tienen hoy sus viviendas en alto riesgo, esto requiere un trabajo enorme de reubicación, construcción de nuevas viviendas y adecuación con obras que garanticen la estabilidad de los terrenos. También son necesarios mayores compromisos, de ciudadanos y organismo gubernamentales, con el respecto por el medio ambiente. Mejorar el servicio público de transporte con la implementación del Servicio Estratégico de Transporte Púbico (SETP), para disminuir el número de carros particulares en la ciudad, aumentar las áreas de bosques protegidos de la Chec y de Aguas de Manizales, así como iniciar, desde Emas, un programa de separación de basuras, podrían ser un buen inicio.
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