Así definió el pensador, filósofo, ideólogo y expresidente colombiano Darío Echandía la democracia en Colombia, a mediados del siglo pasado, en medio de la violencia que se arraigó con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.
Si el orangután es un mono del suborden de los simios que tiene apariencia de ser humano, y el sacoleva un traje ceremonial con pantalón rayado, esta definición sobre el régimen político colombiano no puede ser más dramática y elocuente, y lleva a intuir que debajo de la cantidad de normas y de códigos que regulan la vida pública colombiana se impone un bajo mundo tramposo y violento.
La frase de Echandía le presta el título al libro “El Orangután con sacoleva” del antropólogo y doctor en ciencias políticas Francisco Gutiérrez, quien con su equipo de trabajo hace una importante investigación sobre la historia de la democracia en Colombia entre los años 1910 y 2010.
En su libro, Gutiérrez busca una respuesta a lo que denomina una “genuina anomalía”, al ser Colombia el país de América Latina que ha gozado de mayor estabilidad democrática, e igualmente el más violento políticamente durante estos cien años.
En esta investigación histórica, se abordan factores que pueden explicar la “anomalía”, tales como la privatización de la seguridad, la inequidad en la distribución de la tierra, la informalidad en su tenencia y un centrismo violento. También plantea cómo la represión en Colombia no siempre surge desde “arriba” y no siempre obedece a un plan maestro; reconoce la descentralización de la represión desde las élites locales.
La hegemonía conservadora, la república liberal, la Violencia, el Frente Nacional, la Constitución de 1991 y la guerra contrainsurgente, son hechos repasados y dimensionados en este libro, en el cual la violencia de 1940 a 1960 y la lucha contrainsurgente entre 1980 y 2010, se consideran un período de represión exterminadora, que supera las dictaduras de Argentina, Brasil y Chile y el gobierno de Fujimori en el Perú.
Se habla con orgullo de la democracia colombiana sin contar la historia de la sangre vertida y el dolor causado. Cinco millones de hectáreas perdidas por los campesinos, ocho millones de víctimas que hoy en día deambulan entre el campo y la ciudad y miles de desaparecidos, deben ayudarnos a reconocer la existencia de ese orangután con sacoleva, o lo que es lo mismo, la coexistencia de la democracia y la exterminadora represión contra la población civil.
La eliminación de la cátedra de historia del currículo educativo en las últimas décadas nos priva de conocer las vivencias de la sociedad colombiana, y con base en ellas obtener juicios de valor que permitan el diseño y la construcción de los cambios requeridos. La cultura, la identidad nacional y el sentido de pertenencia dependen de una buena historia.
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