Del próximo rector de la Universidad de Caldas, en principio, yo esperaría que cuando terminara su período dejara a esta prestigiosa institución mejor de lo que la encontró. Tal es la premisa que cualquier feliz mortal del mundo debería mantener siempre presente, máxime si se trata de lo público, a donde todos pertenecemos. Esta idea corresponde con lo que yo entiendo por ciudadanía. Se es ciudadano, más que por pertenecer a una comunidad, por asumir, junto con ésta, la responsabilidad de su destino. Ser ciudadano es sentirse responsable, en este caso, por el futuro de más de 14 mil estudiantes, de casi mil profesores, y de unos 800 administrativos (perdón si las cifras no son las más exactas). Y al mismo tiempo, por sentirse responsable por la sociedad, de donde emana su mandato moral y político; y en donde están por lo menos unos 35 mil graduados de sus aulas, y quienes se han convertido, créase o no, en la mejor carta de presentación.
Los tres candidatos que obtuvieron el mayor número de votos en la pasada consulta, Andrés Felipe Betancourth López, Gabriel Gallego Montes y Alejandro Ceballos Márquez, por fortuna, vienen de las entrañas de la U. de C. No tenía sentido -ni lo tiene-, pensar en alguien de afuera para regir su destino. Profesores, estudiantes y graduados así lo dejaron ver en el conteo electrónico. Sería un riesgo para la autonomía de la U. que así no hubiera sido. Por supuesto, sigo lamentando que no se hubiera presentado ninguna mujer para aspirar a este cargo. Y hay.
Los tres aspirantes han vivido la U., la han sentido, y le han correspondido con creces lo que ella les ha dado, también con creces. Son tres seres humanos buenos, decentes; cada uno con visiones particulares sobre cómo administrar una institución que, aunque joven (apenas tiene 75 años), es grande. Está acreditada y busca de nuevo volver a serlo, lo que seguramente así será, dados los excelentes comentarios de los pares que la visitaron recientemente y que dejaron una huella sembrada de esperanza. El próximo rector comenzará, por tanto, con una Institución de nuevo acreditada. Y eso ya es una ventaja, pese a la eterna crisis financiera y a los problemas de deficiencia administrativa por los que pasa; crisis que debe verse más bien como una inmensa oportunidad, máxime por las capacidades creativas e imaginativas de quienes allí trabajan. 
De ahí que yo creo que el próximo rector no solo no puede perder el horizonte de que se trata de una institución producto de una construcción cultural, sino que tiene, de entrada, que proponer un gran pacto de gobernanza. Tiene que regir sus destinos con todos, no con unos pocos, por lo que de hecho, no a todo le puede decir siempre que sí.
Si la ciudad es para la vida civil, lo que la U es para el pensamiento, me parece que de los tres (y lo digo en nombre de muchos graduados que no estamos vinculados laboralmente con la U), quizás la mejor opción sea la de quien propuso una universidad viable, responsable e incluyente (aunque yo hubiera preferido, mejor hablar de reconocimiento). Por supuesto, creo que los otros dos aspirantes, Gallego y Ceballos, merecen todo mi respeto; pero las actitudes que hemos visto en Betancourth son de mayor apertura a la conversación, lo que seguramente le proporcionará mayor libertad de movimiento. Sus actuaciones siempre reconocieron las tensiones que, per se y afortunadamente, coexisten en la U. Esta forma de ver las cosas, le permitirá a Betancourth plasmar en todo el territorio universitario (extensivo a la ciudad y a la región caldense) su deseo de gobernar a partir del reconocimiento mutuo y, por ende, de la estimación mutua.
Se trata de gobernar a partir de la Ilustración, pero sin olvidar las emociones, sin olvidar el amor que se debe tener por el conocimiento y por el futuro de la humanidad. Y estoy convencido de que este hombre, sensato, amable y buen ser humano posee ambas condiciones.
Señores del Consejo Superior, en su sana sabiduría -ojalá, no los permeen intereses partidistas, que siempre los rondan- nos encomendamos.