Un interesante congreso internacional sobre las universidades del futuro realizó la Universidad Cooperativa de Colombia con motivo de sus 60 años. Las conclusiones son demoledoras: O pasan de hacer lo mismo que siempre y de estar sentadas sobre su capacidad de expedir títulos, a ser actoras de una profunda innovación, o pueden dejar de existir. La cuestión es de vida o muerte.
En efecto, las universidades son unas instituciones muy conservadoras y que difícilmente hacen cambios. Esto aunado a sistemas de control que no son los más eficientes ni modernos de las autoridades que ejercen el control y vigilancia del sector educativo, hacen que el sistema sea “paquidérmico”. Mientras que en el mundo y en la sociedad se están generando unos cambios muy profundos y rápidos. No solamente los que tocan las raíces de muchas cuestiones sociales, sino que se da un cambio tras otro. Por ello, uno de los más veteranos rectores del país, Juan Luis Mejía de Eafit, todos los días se pregunta si estamos formando estudiantes para las necesidades de la sociedad del futuro. Pues bien, el gran riesgo es que las universidades vayan quedando sencillamente rezagadas.
De muchas de las ideas que salieron en los paneles de expertos y conferencistas, quiero señalar cinco: La primera es el cambio de paradigma pedagógico, se pasa de uno centrado en la enseñanza y que tenía con foco fundamental al profesor, a un paradigma ubicado en el aprendizaje y con el foco en los alumnos. Ya hay algunas universidades que han ido modificando esta dinámica pedagógica, pero falta mucho por hacer.
La segunda tiene que ver con la irrupción de la tecnología como herramienta para los procesos de aprendizaje, y la necesidad de que todos los profesores las utilicen de manera integrada y articulada en los cursos, en algunas universidades se tiene la meta de que todos los cursos el componente virtual tome por lo menos el 50% del tiempo.
La tercera tiene que ver con la financiación, las universidades no pueden seguir viviendo de las matrículas de los estudiantes o del presupuesto oficial, sino que deben montar sus modelos de negocio para generar recursos para sus funciones sustantivas. Las universidades han sido muy asépticas, para unos, y para otros, muy perezosas y atenidas en lo concerniente a la búsqueda de recursos. Ahora lo que se plantea es que sean mucho más estratégicas y creativas.
En cuarto lugar, hay que flexibilizar la educación, hay que mirarla a lo largo de toda la vida de las personas y no de una etapa inicial o media, y en esta flexibilidad hay que pensar no solamente en educación formal sino no formal y aún informal. Se trata de generar distintas rutas para que el conocimiento sea apropiado por las personas. En esta flexibilización hay hasta universidades sin profesores, bajo la dinámica del aprendizaje con el acompañamiento de iguales.
Finalmente, no olvidar que las universidades no solamente preparan profesionales, sino que también forman personas, por lo que la generación de cultura, valores, ética y ciudadanía son fundamentales para la sociedad, y que nunca se debe caer en la tentación de reducirse a unos saberes profesionales.
Si las universidades no cambian quedarán rezagadas y perderán su significado.
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