Muy lamentable la decisión de la ministra de Educación, María Victoria Angulo, de no continuar con el Programa Ser Pilo Paga como lo conocemos. En el fondo no solo es un problema de financiación de la educación en el país, que ha sido un problema estructural, sino también está mostrando una lectura que se hace sobre la prestación del servicio público de la educación superior. Y esto si se quiere es lo más preocupante.
El programa Ser Pilo Paga constituyó un hito en el país, porque gracias a él se lograron articular muchas variables y metas sociales. Por una parte, estaba focalizado en las personas más necesitadas, por ello, los beneficiarios eran precisamente los más pobres, utilizando el Sisbén como instrumento de selección. En segundo lugar, buscaba premiar a los estudiantes con mayor mérito, muchos de los cuales, no obstante, las condiciones adversas de pobreza en sus hogares y en los frágiles colegios oficiales de muchos rincones del país, que no cuentan con las mejores instalaciones ni con los docentes más preparados, logran brillar en su examen de Estado Saber 11. Así, pues, se logró focalizar en los pobres y meritorios.
La ministra Gina Parodi, creadora del programa, con muy buen tino, consideró que estos muchachos y muchachas deberían tener lo mejor. Por ello, se determinó desde el inicio que fuera en universidades con acreditación institucional de Alta Calidad. Es decir, que no fuera cualquier tipo de universidad, sino que se ampliaran estos cupos con plazas de alta calidad. Y fue por ello, que no se fijó que fueran para públicas o privadas, sino para las universidades que tuvieran reconocimiento por su elevada calidad. Tenía claro que lo importante era que fuera un servicio público de educación de elevados estándares. Y así, se logró ampliar la cobertura de calidad del país desde el primer año y ahora, en el cuarto año se llegó a la meta de los 40 mil cupos.
¿Y qué se logró? Por una parte, una dinámica bien interesante de mejoramiento de las pruebas Saber 11 en el país, tanto así que anualmente el Ministerio de Educación debía elevar el mínimo de puntaje para seleccionar a los beneficiarios. En muchas partes del país se llevó una luz de esperanza a muchos colegiales que no tenían ninguna opción en su vida de llegar a la universidad y esto ha generado una dinámica muy importante en los establecimientos educativos. Hay, pues, un círculo virtuoso de mejoramiento en acción. Por otra parte, se logró que muchas universidades le apostaran en serio a la acreditación institucional, tanto públicas como privadas, y el número de instituciones de educación superior acreditadas aumentó sensiblemente. Aquí se impactó positivamente el servicio educativo que está al servicio del país. Para una democracia pluralista es fundamental que el servicio educativo sea también plural que haya distintas tendencias y acentos diversos, pues genera unas dinámicas enriquecedoras en democracia.
Un elemento interesante en nuestro medio fue que se le dio la oportunidad al estudiante de decidir dónde postular entre las ofertas de universidades acreditadas. Y esto es muy importante, y tiene que ver con el derecho constitucional de escoger el tipo de educación que se quiera. Estamos en un país libre y diverso. Pues bien, en su libertad los estudiantes elegían la universidad, y eligieron principalmente las privadas por dos razones fundamentalmente, por la disponibilidad de cupo, pues en muchas públicas no había cupo para los pilos, y también porque el Proyecto Educativo Institucional de las privadas y sus servicios complementarios los atraían más que las públicas.
Pero volvamos a los puntos de fondo: la financiación a la educación y la concepción de servicio público prestado tanto por oficiales como por privados sin ánimo de lucro, es decir, la gestión social de lo público.
La financiación de la educación ha aumentado. Fue uno de los logros del país en los últimos cuatro años, cuando la agenda de la educación se trató de poner en el primer punto de la agenda nacional. Recordemos cómo celebrábamos que por primera vez el país destinaba más recursos a la educación que a la guerra. Esto es fundamental como nación que mira el futuro en la formación de las nuevas generaciones. En la asignación de las prioridades el ministro de Hacienda Carrasquilla no se puede equivocar, y mucho menos el presidente Duque. Por ello, es triste y muy debatible que se termine con un programa educativo exitoso, aduciendo que no hay plata para educación. Es un error, poner en contraposición Ser Pilo Paga con la financiación de las universidades oficiales. No deben ser excluyentes, sino complementarias.
Finalmente, la concepción de servicio público que el presidente Duque ofreció en campaña se deslindaba claramente de la posición de Petro, precisamente porque consideraba que los privados, y con más veras los privados sin ánimo de lucro, como deben ser todas las universidades del país, podían gestionar lo público de manera eficiente. Y en esto las universidades privadas acreditadas institucionalmente lo hemos demostrado. Estamos a la cabeza en muchos de los indicadores. En este sentido hacer una relectura del servicio público de la educación solo por el lente de las universidades oficiales es muy grave, pues es democráticamente restrictivo.
Ser Pilo sí pagó. Esperamos que el Gobierno reconsidere su posición al respecto.
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