Las reformas al Congreso y a la Justicia no pasan nunca en el Legislativo. Ya vemos como se ahogó arguyendo una leguleyada de impedimento para no tramitar la iniciativa que congelaba los salarios de los congresistas, dejando expósita una de las banderas de la consulta anticorrupción. Igualmente, la reforma a la justicia se debate no con ideas, sino desarmando los quórums. Es claro, y así lo hemos experimentado por muchos años: El Congreso no es capaz de ponerse en cintura, ni es apto para tramitar las reformas a la justicia. Todo ello nos lleva a la única solución: una constituyente.
Es triste que el Congreso muestre su impotencia, o mejor su estructural incompetencia para responderle al país en temas en que la opinión pública ha sido clara. Es triste, pues se esperaba que los nuevos congresistas irían a marcar una nueva tónica en el manejo del interés público. Pero nuevamente quedan de manifiesto sus limitaciones.
Confiamos que la transparencia en las relaciones con el Gobierno se mantenga. Y que la línea adoptada por el presidente Duque de abolir la “mermelada”, que aceitaba las relaciones entre el Ejecutivo y Legislativo, se mantenga y no se disfrace, oculte, disimule y mucho menos se encubra con nuevas figuras. Hay que acostumbrar al Congreso a que el interés nacional y general no tiene precio. La dignidad de la nación así lo demanda. Si se quiere este ha sido un gran aporte del presidente Duque en el campo de la política nacional, sería un legado muy valioso para la posteridad. Duque no debe dar paso atrás. En sus momentos Mockus dio ejemplo en la transparencia de las relaciones con los concejales en la capital del país, tiene sus costos, pero los beneficios son muy importantes. La política sí se puede hacer de otra manera distinta a la clientelista y corrupta. Colombia se merece una nueva oportunidad para la vida política.
Por lo pronto, es fundamental que se puedan llevar a cabo las reformas anticorrupción y a la justicia, y para ello será necesario buscar la vía de una constituyente que, convocada para el tema expresamente, pueda asumir su estudio de manera concreta. Si el Congreso no es capaz, como lo sigue demostrando, no está dejando otra solución.
Utilizar el camino de una constituyente tiene sus riesgos, pues una institución de este tipo se convoca, pero instalada tiene una autonomía de vuelo que puede poner nervioso a más de uno. Sin embargo, hay que confiar en el sano juicio de los constituyentes. Igualmente, el país quiere que se den reformas y que dejemos de mantenernos en el barrizal en que nos encontramos. Un nuevo país más participativo, deliberativo y apersonado de su futuro requiere de respuestas contundentes. La constituyente puede ser el camino.
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