El tiempo de Navidad llega con sus luces, sus cantos, los pesebres, los reencuentros, pero especialmente con la posibilidad de renovar la esperanza de la vida. Una vida renovada, una vida llena de amor, de plenitud, de búsqueda genuina, de construcción colectiva. En fin, la esperanza en una vida cada día más digna y feliz.
En la perspectiva cristiana de la vida, la Navidad es el momento propicio para celebrar el misterio de la Encarnación del Dios en la historia a través de Jesús. El plan de salvación de Dios para la humanidad, pasa por la encarnación de su Hijo. En este sentido la esperanza es el eje más significativo para la humanidad, es un Dios que entra en la historia, que es profundamente solidario con las esperanzas y dolores, sueños y frustraciones de los hombres y mujeres.
El nacimiento de Jesús constituye ese momento de encuentro de lo divino y lo humano, que es lo que encontramos en el Pesebre. La encarnación en acto. ¿Dónde descubrir hoy el Pesebre? La fe es dimensión dinámica del ser humano, muchos teólogos hablan de la fe como experiencia. Pues bien, ¿cómo tener hoy una experiencia de Pesebre?
La fragilidad del Niño recién nacido da una pista fundamental: un niño vulnerable en medio del calor que le brindan unos animales, una familia desplazada por un censo que no encuentra abrigo más allá de un establo. El Pesebre lo encontraremos allí donde la vida esté en germinación, allí donde la vida esté en vulnerabilidad. Allí donde la dignidad humana esté en peligro. El lugar para tener esta experiencia de Pesebre será dejarse tocar por las situaciones de vida que en nuestra historia estén evidenciando la fragilidad de la vida. Y las hay muchísimas. De variados estilos. El punto es hacerse sensible a esas realidades concretas de la gente de nuestro tiempo para ser solidarios con ellos. Allí, asumiendo una actitud de colaboración en la historia de Dios en el mundo, es que podemos estar cara a cara con el Pesebre, inyectando una dinámica de vida. Y así, poderse convertir en medicación de la presencia del Amor de Dios a nuestro alrededor.
La vida, la felicidad está en poder defender la vida y la dignidad humana. La Navidad es una época que permite que nos volvamos a replantear el plan de vida personal. Para sintonizarlo con esa obra de Amor de Dios en la historia. ¡Siendo luz para los otros encontramos la luz propia!
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