La consulta del domingo pasado marca un punto de inflexión en la curva de la participación ciudadana de la historia reciente del país. Sin lechona, sin transporte, sin certificado para medio día de descanso, sin mermelada, sin promesas indebidas, solo con el reggaetón anticorrupción, salieron a votar más de 11 millones de ciudadanos la consulta popular anticorrupción. Como dice la canción: “ton, ton, ton…. de la corrupción”, pues cada ton fue más de un voto, una voz de la profunda conciencia de la sociedad que no quiere más corrupción.
Por falta de compromiso de muchos líderes, el escepticismo de muchísimos, el torpedo de otros tantos, no se llegó al umbral que le daba validez jurídica a la consulta. Pero, no obstante, se ha convertido en un gran hito de la participación ciudadana. Y tiene un mensaje político de gran calado para la sociedad y muy especialmente para los políticos, y más específicamente, para los congresistas. La gente está hastiada de la corrupción.
Es un hecho que los últimos años se trataron de tramitar, vía Congreso, muchos de los 7 temas que fueron consultados, a través de proyectos de ley de origen parlamentario, pero que todos, sin excepción, terminaron en naufragios. La verdad es que el Congreso no ha tenido la voluntad de tramitarlos con juicio y mucho menos de aprobarlos. Pero ya la sociedad se ha manifestado. Más del 99% de los más de 11 millones de votos votaron afirmativamente las 7 preguntas de la consulta. Hay, pues, una clara manifestación de la ciudadanía. Con o sin umbral, la consulta es un gran hecho político.
La presión sobre el Congreso es vital que se mantenga viva, y que haya un verdadero monitoreo a los proyectos de ley que tanto el presidente de la República, como algunos de los congresistas que apoyaron la consulta han anunciado que presentarán, para que no mueran como luces de bengala, sino que constituyan la oportunidad para que se conviertan en leyes. Y que generen cambios concretos en nuestra cotidianidad. El presidente Duque ha asumido un liderazgo en el tema buscando un consenso entre los partidos políticos que es fundamental que se logre y sea efectivo y transparente. Este es el mejor camino y debemos estar vigilantes para que se llegue a buen puerto. Y es fundamental alabar el hecho que haya sido llamando a todos los partidos, que como frente común por el país, podemos todos pensar juntos el mejor camino.
La cultura anticorrupción es básica para cambiar el estado de cosas. El daño antropológico que la corrupción estructural ha generado es desastroso. El estudio que recientemente publicó la Universidad Externado muestra los detrimentos que se han dado en el juicio moral de la ciudadanía. Estamos muy mal. Y solo con una toma de consciencia generalizada y cambios radicales en la vida ordinaria de los colombianos, podremos comenzar a reconstruir una cultura de la delicadeza y del cuidado de lo público, de la honradez y de la decencia. La educación y el ejemplo en familia serán los catalizadores de esta lucha anticorrupción en el largo plazo.
Un nuevo itinerario moral del país requiere del apoyo de toda la sociedad, el domingo pasado lo hicieron de manera clara y contundente más de 11 millones de personas. Y su voz debe resonar en las consciencias de todos los ciudadanos. Esta cruzada solo la ganaremos si todos a una luchamos sin descanso contra la corrupción. Que los 50 millones de colombianos nos sumemos al reggaetón contra la corrupción.
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