Colombia parecería enredada en una verdadera madeja de la violencia. En los últimos días se han dado situaciones que nos recuerdan el profundo reto que tenemos para lograr una Colombia en paz. Unas que enredan la madeja de la convivencia y otras que muestran un camino maravilloso de la reconciliación. Entre esas luces y sombras nos encontramos. Y en medio de ellas tenemos la gran responsabilidad de cara al futuro.
De un lado, los miembros del Eln, como unos dinosaurios insensatos, insisten en los métodos violentos para afectar al país y a la sociedad entera con unos atentados que nos recuerdan las épocas más tristes de la violencia en la lucha contra el narcotráfico y la guerrilla. La irracionalidad y la incapacidad de sentir con los demás de este grupo guerrillero dejó perplejo al país. Pero también nos unió más en la decisión que todos queremos vivir en paz. Que no deseamos más muertos, que la violencia no la podemos permitir. Es imposible que ese grupo continúe sordo al sentimiento nacional.
Con el lanzamiento de la exposición itinerante y el muy bien editado libro “Caras de la Reconciliación” en la Universidad Javeriana a través de la fotografía y los testimonios de más de 200 rostros de colombianos y colombianas de distintos rincones del país azotados por la violencia, es esa muestra que el país quiere y trabaja por una nueva forma de convivencia. Se muestran casos hermosísimos de procesos de perdón y reconciliación que se han dado en el país. La narración de los pobladores da pistas sobre las actitudes a asumir y los valores que hay que inculcar y fortalecer.
Los estudiosos de los procesos de reconciliación en el mundo han señalado tres grandes tipos de violencia: La primera es la directa, es decir, la que nos está haciendo el Eln de manera loca, es la guerra en todas sus expresiones. La segunda es la estructural, que es la injusticia y las inequidades que son las que debemos transformar para que el país sea un escenario de oportunidades para todos. La campaña política presidencial en que estamos es un momento muy especial para que pensemos muy en serio en las prioridades para el país. Y finalmente, el tercer modo de violencia es la simbólica que comprende la negación del “otro”, que se expresa con el desconocimiento, la invisibilidad y su negación o supresión, esta es la que proyectos como el de “Caras de la Reconciliación” nos muestran caminos para emprender.
La madeja de la convivencia social no la podemos dejar que se siga enredando. Con paciencia y mucho tacto, pero con constancia y sin desfallecer, debemos mantenernos con un horizonte muy fijo: la Colombia que soñamos. El sueño de una nueva convivencia lo tenemos que defender con toda la decisión, y dejándonos inspirar en tantos rostros de colombianos y colombianas sencillas que nos dicen que la paz sí es posible. Que la reconciliación sí la podemos tejer, ¡no permitamos que nos sigan enredando la madeja!
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