Querer organizar la vida de los demás está de moda. Juzgar se hace por instinto de conservación, criticar es una de las costumbres más cómodas, pues se encuentra a la vuelta de la esquina, en el desayuno, con los amigos, en el bus, entrando a la iglesia o saliendo del cine; se ha vuelto en algo increíblemente práctico. Parece ser algo que no crea cargos de conciencia o remordimientos, que no necesita de una inversión económica, que se puede hacer desde Manizales hasta Beijín o desde Los Ángeles hasta Milán, a cualquier hora del día, sobre lo que pasó ayer o sobre lo que ocurrirá mañana. Adiciónesele a esto una buena compañía, que refuerce todas las teorías o donde todos se alimenten de categorizar a los demás por no tener las mismas costumbres o ideas que ellos.
¿Qué tan aburrido sería este mundo si todos amaramos, comiéramos o habláramos igual? ¿Cuál es esa necesidad de culpar a alguien porque no se parece a nosotros?
Partamos de algo básico, ¿qué tanto daño puede causar alguien que tenga unos kilitos de más; alguien que use camisa amarilla y pantalón rojo; que prefiera leer comics y no libros de economía; que practique yoga y al mismo tiempo crea en Dios; o que quiera ir de tenis a trabajar; qué tipo de persona es? ¿Quién tiene la descripción correcta? ¿Quién lo hace bien y quién lo hace mal? ¿El que ama los tatuajes, los gatos o el sushi? ¿O el que no?; parece que está muy difícil definir, resulta más práctico y sereno dejar ser, disfrutar al otro tal y como viene, con sus argumentos basados en experiencias, libros leídos, viajes o simplemente comodidad.
Partamos de algo más delicado aún. Las probabilidades de morir por no alentar al mismo equipo de fútbol, no seguir el mismo representante político o no tener fe en el mismo dios que otros, son tan altas que muchos prefieren omitir sus gustos.
Si el otro está feliz, realizado, cómodo y tranquilo con sus decisiones, ¿cuál es el objetivo para hacerlo cambiar? Qué aburrido sería todo, sería igual que ir al supermercado y encontrar solo manzanas.
¡Vamos a hacer el ensayo! Si Juancho usa jeans rotos, si quiere ser ingeniero, si ama el ajedrez, si le gusta el rock, si quiere fiesta cada ocho días o no quiere volver a salir; y si María se peina pero no se maquilla, si no quiere tener hijos o casarse, o si no quiere vivir en Manizales; pues todo está ¡ok! Recuperemos la tranquilidad que da la libertad, es más interesante si cada uno se concentra en sus gustos, en disfrutarlos, en vivir intensamente aferrándose a ellos y dejando la puerta abierta a escuchar por qué los demás aman lo que deciden, ¿qué tal que nos hagan cambiar de opinión?
Así que, ¡déjame ser y disfrútate!
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