Teresa González García, maestra y especialista en neuropsicopedagogía (los que fuimos corregidos a reglazos no tenemos idea qué es eso); esposa y madre, tiene tiempo para viajar en alas de la poesía, para construir un itinerario de sueños y fantasías que vuelan por el espacio inmenso de la inspiración. En su libro Viajera Universal* sigue la ruta de sus vivencias y emociones, pasajera de versos que cumplen con rigor la cronología de su propia vida, sin desviarse por laberintos de episodios truculentos, para no turbar sus sueños; y transmitir dulzura, bondad, sabiduría y sonrisas.
“La danza del planeta / es la justa medida / de la eternidad (…) Este universo que habitamos / canta con el aire / duerme con el agua, / se agita y se enamora de la noche”. Así reseña la tierra que habita, y así ve la vida: “Ama el hombre la vida / por instinto / ella es (…) la piel del hombre que se ama (…) la mirada del hermano (…) / el ondular de bosques y palmeras (…) / los sueños tristes (…) / el vuelo alegre de los pájaros”.
Lo inevitable no necesita ser dramatizado, ni requiere ropajes ajenos a su realidad. Es como es. Así ve Teresa la eufemística “última morada”: “El cementerio llora en silencio / una inmensa soledad / que muerde sus entrañas (…) / es un mar cansado / de tanta quietud / enlazada con el llanto”. Y cuando se refiere a sus hijos sube el tono de la emoción, porque son “Un arco de fuego / un remolino de amor / una nube de humo espeso / una dorada espiga de trigo / una elevada montaña / un incendio de emociones. (…) son mi raíz en la tierra / y ondulan en mi sangre / como un río / camino al mar”.
Pero la vida no escapa a los momentos de escepticismo, porque “hay días en que somos…”, como anticipó Barba-Jacob, y entonces Teresa entona su “Desolación”: “Se alejan los sueños / la risa / y la vida. / Caminan rápido / al encuentro / llanto / desesperación / y muerte. / Hoy / he vaciado / mi sangre / en el altar / de la / desesperanza”.
Pero en el recorrido vital, agazapado, latente, está el amor, y los versos proponen: “Ven, marchemos / por las orillas / de la soledad y las distancias, / con nuestros cuerpos / atados con las manos / de la esperanza. (…) e inventemos el amor / que hace falta / para navegar / (…) en la amorosa / humedad de la carne”.
Un enemigo oculto del estilo literario es el gerundio, que, como el camello, tiene de útil y de feo. En la página 125, Tiempo III, dice la poetisa: “(…) viajen ondulando / sobre el cansado / camino de la guerra”. Propongo: (…) ondulen / sobre el cansado / camino de la guerra. Perdone el reglazo, Maestra.
*González García, Teresa. Viajera Universal. Manigraf Grupo Editorial. Manizales, 2017.
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