Los ciudadanos oriundos del oriente medio: sirios, jordanos, palestinos, libaneses y turcos, reconocidos genéricamente como “turcos”, se han desplazado por el mundo desde sus territorios nativos, a causa de los conflictos bélicos, políticos y religiosos, que han sido una constante histórica, y del espíritu emprendedor, aventurero y rebuscador que los caracteriza, con el que se levantan la vida en cualquier parte, superando barreras tan difíciles como el idioma, la religión y las costumbres.
Sin exagerar, puede decirse que no hay municipio colombiano donde no haya echado raíces un “turco”, inicialmente vendiendo mercancías de puerta en puerta, fiadas a ciegas sin conocer al comprador; o cambiándolas en el campo por productos agrícolas, mantequilla, quesos o huevos, que después venden en el pueblo, hasta establecerse en un local urbano, detrás del cual hay una vivienda que ocupan con su familia. Esos inmigrantes, desde tiempos inmemoriales, han evolucionado hasta integrarse definitivamente a la sociedad, conservando apenas los nombres y apellidos de estirpe medio-oriental, como una manera de aferrarse a sus raíces.
Abuchaibe, Cure, Tulena, Chad, Zucardi, Name, Turbay, Salom, Raad, Juliao, Gossain, Amar, Jozame, Besaibe, Muskus, Assuf, Hadad, Gerlein, Manzur, Humar…, son algunos de los apellidos que se han vuelto familiares a los oídos colombianos, porque hacen parte de la cotidianidad, en la industria, el comercio, la literatura, el periodismo, el arte, la farándula y la política.
El intercambio cultural y comercial ha sido una constante histórica y los inmigrantes se han consubstanciado con las comunidades que han conquistado, para amalgamar lenguas, estilos de vida, gastronomía, expresiones artísticas, modas en el vestuario y la construcción y formas de gobernar. En fin, todas las expresiones humanas han sido objeto de lo que ahora se identifica como “globalización”, que no es nueva, sino que la tecnología de las comunicaciones la ha hecho más agresiva. Y las primeras víctimas son los idiomas, que han sido permeados con neologismos que más que lógica en las expresiones son afectados con caprichos de las costumbres, inspirados en el esnobismo, el facilismo y el mal gusto.
A pesar de que algunos aspirantes a figurar en la política se quejan de “los mismos con las mismas”, y mencionan apellidos vinculados por décadas al poder, hay que registrar nuevos nombres en los cuadros de la administración pública y el Congreso Nacional, varios de ellos de origen “turco”, fácilmente identificables por los rasgos fenotípicos de quienes los ostentan, por la habilidad para negociar, inclusive procesos judiciales; y por la solidaridad de clan, con “majitos” y “baisanos”, para intercambiar favores.
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