Uno de los atractivos de las campañas políticas ha sido la oratoria de los contendientes, que exponen sus propuestas con ideas concretas, novedosas, para motivar a los auditorios y concitar adhesiones. Una campaña política supone la confrontación programática, alrededor de las aspiraciones de las comunidades, para superar sus dificultades y alcanzar mejores niveles de vida. De ahí las diferencias en modelos de administración pública, ordenamiento legal y jurisprudencia, que les han dado forma a los partidos políticos, para disputar el favor de los electores en las comunidades democráticas. La historia de las naciones se ha construido sobre la realidad de los hechos de gobiernos que han representado a las tendencias políticas, que en los diferentes países se han identificado de distintas maneras: conservadores, liberales, socialdemócratas, laboristas, comunistas, etcétera, que han tenido líderes paradigmáticos, una de cuyas virtudes relevantes ha sido la oratoria, que requiere de condiciones como el talante físico de los oradores, el dominio de los temas que exponen, la habilidad para atraer las masas y la cultura general como adorno indispensable para un buen discurso. Esos líderes políticos, que han sido oradores insignes, son una especie en vías de extinción, según puede comprobarse con los políticos de moda, en Colombia y en muchas otras partes. Un nuevo estilo, que pretende acercarse con su lenguaje y ademanes a las bases populares de la población, se caracteriza por la ordinariez. Y las ideas para gobernar, referidas a la economía, los servicios sociales esenciales, la seguridad ciudadana, la educación, el progreso en infraestructura y demás elementos para el bienestar y el progreso, se han cambiado por el insulto, la ofensa, la referencia a problemas personales y los golpes bajos a la dignidad, en un lenguaje propio de cualquier terminal de carga. Además de que los candidatos en contienda pretenden ganar adeptos con una informalidad en la presentación inspirada en el desaliño y el mal gusto, salvo las damas, que se acicalan como para repicar en las pasarelas de la moda.
Otro factor preocupante es que no hay propuestas para un futuro mejor, construidas sobre la experiencia y con los elementos del desarrollo tecnológico y la educación avanzada, sino que se fundamentan los argumentos en sacarse los candidatos los trapos al sol, por actuaciones en desempeños anteriores, con base en testigos perversos, ostensibles calumnias o documentos apócrifos, los que se ventilan por todos los medios de comunicación o se proclaman en la plaza pública, acogidos a la consigna de que “una mentira, repetida insistentemente, termina en verdad”. Ante la falta de candidatos que inspiren verdadera confianza y seguridad, los votantes terminan resignados al principio de que “del mal el menos” y así votan de mala gana.
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