Referirse al comercio, y a las personas y empresas destacadas en esta actividad, sirve para reflexionar sobre los factores más influyentes en el desarrollo de la Antioquia Grande, cuya gesta colonizadora y fundadora viajó por los altibajos de su escarpada geografía a lomo de mula, o con el parsimonioso andar de las boyadas (“Se hace camino al andar” A.M.), para llevar y traer mercancías de los puertos fluviales, desde donde se proyectaban las exportaciones hacia destinos remotos o se recibían bienes importados. Esa actividad comercial estableció fondas camineras que sirvieron para el abasto de productos de primera necesidad; descansar los viajeros de largas y penosas jornadas; gustar en los mesones fríjoles, arepa y mazamorra, símbolos de la gastronomía terrígena; realizar transacciones financieras con los tenderos, empíricos banqueros; celebrar los arrieros furtivas ceremonias amorosas con Maritornes criollas, y dejar una promesa para no volver nunca más, según la idea de Neruda; brindar con aguardiente de destilación clandestina; y rasgar tiples y guitarras para entonar coplas, que aún suenan en la memoria colectiva y en las páginas de los historiadores.
Alrededor de esas fondas camineras se fundaron pueblos que comenzaron con una “plaza, la iglesia y una escuela”, como dice la letra de un pasillo descriptivo; y a la postre fueron prósperas poblaciones que le dan identidad a una extensa región y son motivo de orgullo, cada cual con sus particularidades. En ese proceso de desarrollo y progreso fue protagonista el comercio y a él se debe la consolidación de la región como sociedad organizada.
En cada una de las poblaciones que se extienden por los valles de la geografía paisa, se cuelgan en las laderas de las codilleras o miran el entorno desde las cumbres, comerciantes emblemáticos han hecho crecer la economía con nuevos negocios, han dinamizado la industria, el transporte y los servicios públicos; y han estimulado la creatividad y el emprendimiento. Esa es una saga que se ha prolongado en el tiempo para apuntalar el progreso, crear riqueza, identificar el carácter de una raza, hacer presencia en escenarios económicos, políticos y culturales allende las fronteras solariegas; y, por encima de tropiezos y dificultades, mirar el futuro con altivez y optimismo.
Nombres que sería muy extenso enunciar fueron emblemáticos en el ejercicio del comercio, inspiraron el desarrollo social, motivaron la implementación de las innovaciones tecnológicas y obligaron a la apertura de vías para movilizar viajeros, productos del campo y manufacturas. En un momento desventurado de la historia social y económica oscuros personajes engatusaron a los jóvenes con riquezas de fantasía y políticos emergentes pervirtieron el Estado. Pero desde el fondo de la memoria los patricios miran a sus descendientes y les gritan: “Enderecen, hijos, que el camino es otro”. “La voz dice palabras que llevamos en la sangre”.
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