El genial Rafael Arango Villegas, escritor ingenioso, de impecable manejo del idioma español; humorista fino y agudo comentarista del discurrir social, de cuyos dardos no se escapaba nadie, chuzando pero sin herir; humanista de amplio recorrido literario, “sin triangular alturas ni distancias” que llevaba “en el timón a don Quijote y la rosa del viento en la solapa”, como describía Jorge Robledo Ortiz los viajes imaginarios del hombre por los sueños, navegante en las páginas de los libros…; ese, don Rafael, en una de sus deliciosas crónicas titulada “Agárrate, Jelipe, que ai vuelven”*, contaba cómo se desarrollaba en su época una campaña política por pueblos, campos y veredas caldenses, en la que, mientras los conservadores trataban de conquistar seguidores con sancocho de gallina, medallitas y estampas de la Virgen Inmaculada, los liberales organizaban brigadas de salud, con médicos y dentistas, para combatir parásitos intestinales con quenopodio y extraer muelas “picadas”. Eso explicaba, según el escritor costumbrista, las mayorías conservadoras de Caldas, porque, mientras los godos les alimentaban a sus copartidarios el cuerpo y el alma (con gallina e imágenes religiosas), los cachiporros dejaban a los suyos escurridos por la purgada y muecos, sin con qué masticar. Lo de entonces al menos daba para sonreír. Porque la campaña política que se avecina en Colombia invita a buscar escondederos.
La que llamó el presidente López Michelsen (1974-1978) “operación avispa”, es decir la nominación individual de los aspirantes a cuerpos colegiados, previo el aval otorgado por un partido de los tantos que hay en el avispero, ha convertido las campañas en un zumbido de ordinarieces, malas intenciones, corruptelas, alianzas pecaminosas e intenciones tortuosas, a cuyas elecciones es necesario asistir, por cumplir con el deber cívico y democrático, con las narices tapadas.
En Colombia, en otros países latinoamericanos y en Francia, Italia, España, Filipinas… y muchas más naciones “democráticas”, los candidatos no se preparan para aspirar a un cargo, sino que se financian. Y si “coronan” (como se dice en el argot del narcotráfico), es decir, si salen elegidos, la primera tarea “parlamentaria” es conseguir cómo matar las “culebras” que les dejó la actividad proselitista. Porque de los ingenuos procedimientos para conquistar adeptos, que con tanta gracia describía Rafael Arango Villegas, se ha pasado a la influencia de contratistas, chanceros, prestamistas y asesores de imagen; y a ganar adeptos con dádivas y falsas carantoñas. La propuesta ideológica con intenciones de servir se cambió por una pasarela de aspirantes, que nadie sabe para qué sirven. Y los que saben callan por pudor.
*Arango Villegas, Rafael. Obras Completas. Edición Instituto Caldense de Cultura, Manizales, 2001. Página 423.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015