¿Reconoce el título? No. ¡Es natural¡ Es tiempo de recordar los 4 elementos enunciados por Aristóteles: Agua, fuego, tierra y aire, todo estaba allí. Las asignaturas del ciclo educativo conocido como bachillerato, suscitaban diversas reacciones entre los estudiantes. Desde un total rechazo, hasta el encantamiento que facilitaba adquirir conocimientos.
Para la mayoría las asignaturas difíciles eran química, física, filosofía, matemáticas y entre ellas, por supuesto, el inaccesible cálculo infinitesimal. La química inorgánica, una área nueva que exigía dedicación, razonamiento y no poca memoria para identificar los elementos dispuestos en una tabla organizada y sectorizada técnicamente por Dmitri Ivánovich Mendeléyev, basada inicialmente en las propiedades químicas de cada componente y el estado natural.
Mendeléyev en su trabajo: Principios de la Química, publicado en 1869, desarrolló el concepto de la Ley Periódica de los Elementos, la cual dio paso a la Tabla Periódica de los Elementos, que ha sido reformada y ampliada con 18 grupos, 7 períodos y 5 bloques, pero su esencia continúa vigente a la fecha, con base en el número atómico, la distribución de los protones y las propiedades químicas.
Sin embargo, el primer elemento descubierto fue el fósforo, en el siglo XVII. Mendeléyev, acertadamente cualificado como un genio, tuvo la premonición científica de otros nuevos elementos. Todos los componentes de la Tabla se han clasificado en líquidos, sólidos y gaseosos, así como se enuncian otros en los cuales se desconoce su estado. La Tabla actual, basada en la original del profesor ruso de química, fue modificada por Alfred Werner.
La Tabla permanecía en las aulas y los laboratorios. Su consulta permanente era obligada en los primeros años de universidad de las profesiones ligadas a la vida. Aquellos mayores de 50 años aún recuerdan un poco del grupo 1: Hidrógeno, litio, sodio, potasio, rubidio, cesio y francio. La pregunta lógica sería: ¿En qué lugar de la Tabla se quedó al terminar sus estudios?
En 1963, el último era el laurencio. 103. Así como lo hizo Mendeléyey, posteriormente en 1966, se identificó completamente el 102, nobelio, en honor a Alfred Nobel. Hoy se reconoce el oganesón, 118, inclusive en las Tablas de Moseley o la espiral de Benfey. Existe una gran historia detrás de cada uno de los elementos, incluyendo severas faltas éticas, el oganesón, y una inmisericorde competencia.
Al elemento 119 se le ha asignado provisionalmente el nombre de ununennio, aún no sintetizado pero se ubica en la Tabla ampliada para cuando se identifique y cumplan las condiciones químicas del nuevo elemento.
La Tabla es fuente importante de información, ahora a una distancia de cinco segundos y 15 centímetros, mediante los sistemas electrónicos. ¡En este caso fuera la memoria, afortunadamente! En otros es mejor conservarla hasta el último instante. Los elementos contenidos en una estructura, la disposición en ella y su importancia en la tierra y otros planetas son un ejemplo simple de lo que ha cambiado y cambiará la ciencia, a una velocidad antes no soñada.
Los últimos elementos: 95-118, son el producto de la síntesis en el laboratorio y seguramente así continuará. No todos los hallados en época pretérita existen actualmente en la naturaleza: Americio, curio, berkelio, californio, einstenio y fermio.
A partir del unibennio seguirán: Unbenilio; unbiunio; unbibibio, 122 descubierto en la Universidad de Jerusalén, por ahora controvertido, y siguen los candidatos a elementos hasta el 218, biunoctio, consignados en una tabla ampliada presentada por Glenn Theodore Seaborg en 1969, en el centenario de la tabla de Mendeléyev. Por lo tanto, este año se conmemoran 150 años del libro del sabio, quien fue candidato al Premio Nobel pero las intrigas hicieron que finalmente se le ignorara.
Se debe recordar que la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada es la entidad encargada de asignar oficialmente los nombres de cada uno de elementos aislados. Es interesante conocer el origen diverso de cada uno de ellos, por ejemplo: Cobre, isla griega; lutecio, en recuerdo de París antiguo; torio, dios escandinavo de la guerra y moscovio, descubierto en Moscú.
Y la ciencia sigue arrolladora.
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