En la trayectoria existencial de los seres humanos hay momentos en que por sus actuaciones se encuentran frente a decisiones que incidirán en sus vidas de diferente manera.
El análisis de sus acciones le tomará tiempo y espacio apropiado para preservar su integridad como persona frente a posibles solicitudes para corregir su actuar.
Cualquier ser humano, sin excepción, está expuesto a equivocarse, sin importar edad, género, escolaridad, experiencia ni ninguna otra condición. Esta circunstancia es real, tiene un momento preciso. Cuando el error, se produce está rodeado de condiciones que pueden disculparlo por ser banal o pueden facilitar los estudios que conducen a atenuar el hecho o agravarlo con las correspondientes sanciones.
La responsabilidad no se puede soslayar, está determinada por las situaciones propias de cada ser humano en forma individualizada, por las condiciones de la familia o la colectividad de su entorno y por las normas que imperan en la sociedad.
Por la condición del ser humano moderno, reconocer los errores es un proceso difícil. Se necesita del valor civil para que libremente acepte sus equivocaciones, condicionado por distintos factores como su formación ética e inclusive por las exigencias que le demandan sus creencias religiosas.
Los escritores y los editores cuando encuentran errores en los textos ya impresos y no divulgados apelan a la fe de erratas, nota explicadora, adherida o no, que corrige una o varias imprecisiones. Hoy en día los autores, editores y las editoriales se cuidan mucho mediante un buen equipo de analistas y correctores. Otros, cuando ya está en circulación el documento, explican para modificar lo expresado cuando lo consideran pertinente y otros se quedan impávidos por diferentes motivos.
¡Que se retracte! Es una petición cada vez más frecuente. Pero, una situación es retractarse por sí mismo y otra muy diferente es cuando se solicita públicamente como se ha realizado en el país al menos por eventos políticos o judiciales o sociales.
Las revistas científicas serias tienen espacio para la controversia y la respuesta a ésta. Si el analista del documento tiene la razón aceptada por el autor responsable, no siempre quiere decir que se ha retractado, ello pertenece a la égida de la confrontación científica y técnica.
Cuando se producen errores ellos conducen a diferentes clases de implicaciones. Sin embargo, hay áreas en las cuales las equivocaciones tienen connotaciones especiales cuando quienes se responsabilizan de ellas son científicos.
Los investigadores durante su labor tienen la potestad y la obligación de hacer permanentes análisis, individuales o de grupo dependiendo de las responsabilidades asignadas, de los procesos y los resultados para compararlos con sus hipótesis, que incluyen investigaciones previas personales o de otros.
Cuando se demuestra un error flagrante en un artículo científico la revista que lo publicó puede borrarlo de sus anales, sin mayores explicaciones externas. Ello sucede a pesar de los rígidos controles establecidos para aceptar un artículo.
A finales de diciembre, la revista The Scientific, publica una lista de eventos en los cuales diferentes investigadores se retractaron de lo publicado. También las entidades y las revistas que los albergaron solicitan que se evidencie el dolo. Ello ha dado lugar a una base de datos procedente de varias publicaciones en donde aparecieron los documentos denunciados, la cual debe ser consultada por quienes utilizan información para sus investigaciones.
La cifra es impresionante. Ahora se vuelve a mencionar, al anestesiólogo japonés Yoshitaka Fujii, que en el 2012 se le demostró la publicación de 172 trabajos adulterados, ahora son 183, indicando que ha tenido el mayor número de artículos falsos, superando al alemán Joachim Boldt.
El artículo retoma un hecho que dio lugar a distorsiones en salud pública como fue relacionar vacunas con autismo, afortunadamente revaluado. No poder repetir una investigación en las mismas condiciones enunciadas, la invalida.
Ahora, las publicaciones de avanzada en ciencia y tecnología apoyan irrestrictamente la apertura de los datos de las investigaciones publicadas y disponibles para todos quienes deseen utilizarlas, cumpliendo con los reconocimientos pertinentes.
Colombia, no es la excepción de esta falta de ética y los casos no son universalmente conocidos porque se guardan por diferentes motivos que inclusive pudieran prohijar el delito por omisión.
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