Desde el inicio del Homo sapiens sapiens, ha existido el miedo. Atrás con los más primitivos síntomas y signos, actualmente con formas más complejas. Unas evidentes y otras guardadas en lo más íntimo de los seres humanos.
Se dice, y es una realidad, que cada persona es dueña de sus propios miedos, así en plural porque la mayoría de los seres humanos tienen más de uno y además tienen pleno derecho a existir con ellos. Cada quien los maneja de acuerdo a sus propios conocimientos, convicciones y maneras de ser frente a su ámbito interior y exterior.
Se han escrito, visualizado o pronunciado extensos tratados sobre diferentes facetas del miedo, con enfoques generales o específicos, incluyendo los antiguos de Sigmund Freud. Las personas se acostumbran a vivir con miedo, uno o varios, lo que influye en su comportamiento de una manera definida y explícita o lo mantiene en la intimidad. Sin embargo, el más importante hecho tanto teórico como práctico reside en cada persona, ella es la mejor testigo de su miedo.
Las personas pueden combatir sus miedos con entereza, a veces con resultados satisfactorios, y otras veces con profundo dolor los mantienen constituyéndose en víctimas permanentes y cada vez tendrá más daño, quizás de una manera insensible para el dueño del miedo.
La semana pasada un viceministro, no importa quién, expresó por un medio radial que muchas obras estaban atrasadas, no importa cuáles, porque los funcionarios de alto rango del gobierno anterior, tampoco importa, no ejecutaron los trabajos comprometidos por miedo.
Expresado de esta manera simple y tajante, en lo menos en que han incurrido quienes omitieron cumplir con su deber, aparentemente, es negligencia. Pero tienen todo el derecho a ser investigados y no condenados por los medios de comunicación, sin proceso legal, como se acostumbra cada vez con más frecuencia.
Este hecho debe hacer pensar sobre los miedos que tienen en el desempeño de sus cargos quienes administran, ya sea en el sector estatal o en el privado.
Antes siempre era un atractivo y un honor aspirar y desempeñar cargos en la administración pública. Hoy, hay más dificultad en conseguir y obtener candidatos para cargos de dirección en el Estado, en cualquiera de las líneas de labor existentes en el país.
Antaño, era esporádico que los funcionarios hicieran maniobras corruptas sensibles. El enfrentamiento con la ley era una de las consecuencias esperadas y otra muy distinta: más lesiva, era la real e imperecedera sanción social.
Hoy se necesita valor a toda prueba, además de las otras cualidades indispensables, para ejercer cargos en cualquier sector. Por los acontecimientos que se conocen a diario, se infiere que hay cargos que cuando se aceptan fácilmente pueden ser inculpados, pero no siempre por culpa del funcionario capturado, juzgado o sentenciado.
El miedo se propaga con extrema facilidad, sobre todo cuando tratan de volverlo colectivo, hay ejemplos en el país durante muchas y diferentes épocas de su vida republicana.
¿Quién no ha tenido miedo en su vida? La respuesta debe ser íntima y tiene que forzar al menos a una reflexión. ¿Y, cuánto de ese miedo le ha impedido ser lo que debería ser?
El miedo como marco para actuar sin razonar, o para para constituirse en causa de omisión, debe ser explorado al menos por psiquiatras o psicólogos. El miedo debe ser combatido cuando interfiere en la vida de los seres humanos en el cumplimento de sus deberes.
Cuando el miedo adquiere el grado de fobia, si dificulta las relaciones interpersonales o compromete sus actuaciones, la terapia personal es imperiosa. Contrario al miedo, no todos los seres humanos tienen aparentemente fobias, 15%, pero si se explora con detalle: ¿Cuántos tendrían catagelofobia, -miedo al ridículo- o patofobia, -miedo a la enfermedad? Lo que sí es cierto, es que hay cada vez más personas con eritrofobia,- miedo al color rojo-.
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