Lastimosamente para Caldas hemos pasado de ser un departamento con presencia nacional y pujante en todos los ámbitos, a ser apéndices de regiones aledañas. Nos han despojado de las grandes empresas, y las agencias y sucursales de las dependencias nacionales que otrora tenían asiento en Manizales, se han desplazado a ciudades vecinas.
Desde esta tribuna hemos insistido en el perjuicio que la clase dominante privada le ha causado a la región, y hemos demostrado en todos los tonos que la fusión gremial con la clase política ha creado una connivencia que persigue intereses personales y al servicio de unos pocos, desterrando de nuestro lenguaje el liderazgo y la ambición representativa.
Y ya vemos los resultados: la posibilidad de acceder a escasos tres escaños en el Senado de la República, con la consecuente pérdida de poder nacional. Esto invita a reflexionar en lo que significa perder representatividad, y a adoptar una posición más regionalista a la hora de elegir a nuestros senadores. No podemos ceder más espacios cuando está en nuestras manos defender lo poco que nos queda.
Las posibilidades caldenses se centran en tres personas: Hernán Penagos, Carlos Felipe Mejía y Mario Castaño. Miremos:
Hernán Penagos es un político decente, trabajador, estructurado, de buenas maneras y con una formación profesional profundamente sólida. Podemos estar en desacuerdo con sus posturas en temas tan sensibles como el proceso de paz, las concesiones a los facinerosos farianos, y el que haya sido el principal alfil del Gobierno Nacional en las últimas legislaturas, pero hay que reconocerle que lo ha hecho con conocimiento, valentía, decoro, integridad y convencimiento. Es un parlamentario de mostrar con un trabajo productivo, coherente e intelectualmente brillante. Es un caldense que nunca ha denigrado sus raíces y, por el contrario, las expone con un orgullo cívico para destacar. Su proceder respetuoso y decente lo lleva a ser un hombre controvertido, pero difícil de agredir; polémico, pero con posibilidades de concertar; vertical en sus posiciones, pero con argumentos muchas veces irrebatibles. De ahí su influencia nacional y su escalada en el mundo político en el cual se ha abierto muchas puertas, que bien podría poner al servicio de Caldas desde el Senado.
Carlos Felipe Mejía es en sus maneras un hombre radicalmente diferente. Fogoso en sus intervenciones; recalcitrante, si se quiere, defendiendo sus ideas; insistente en temas básicos como el respeto por las instituciones y el desarrollo regional; directo, sin ambages, crudo y sincero a la hora de exponer sus argumentos; luchador incansable por el orden constitucional; y un hombre leal al expresidente Álvaro Uribe. Se ha ganado con méritos el espacio dentro de su partido y cuenta con el apoyo irrestricto del líder del Uribismo por su cumplimiento en las actividades congresionales. Hay que reconocerle su dedicación como senador y, aunque su condición de opositor del Gobierno le impidió mostrar resultados regionales tangibles, estamos seguros de que, en condiciones más favorables (como esperamos que se den en los próximos resultados de elecciones parlamentarias y presidenciales), será un hombre clave en el desarrollo de Caldas. Es otra de nuestras grandes esperanzas si la democracia colombiana reacciona a tiempo e impide que la alianza de izquierda-Farc se tome el poder. Es de esperar que los votos uribistas caldenses al senado recaigan en Carlos Felipe, pues representa claramente los intereses de su partido.
De Mario Castaño solo puedo decir que me desconcierta. Sería muy fácil rendir tributo a alguien que fue mi compañero de lucha en la Universidad de Manizales, amigo en sus inicios políticos, coadyuvante en propósitos cívicos de Caldas y que tiene una curul prácticamente asegurada. Pero me rehúso a hacerlo porque la vida le ha dado un giro que lo hace irreconocible; algunos de sus soportes políticos son, a mi modo de ver, demasiado cuestionables y se ha rodeado de personajes que el tiempo sabrá señalar como causantes de una gran debacle. Por Caldas es sano que un caldense liberal obtenga una curul en el Senado, y como la política se hace con dinero y con votos (y cuenta con mucho de lo primero para atraer lo segundo), su triunfo es prácticamente indiscutible. De él no tengo más qué decir.
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