La presencia en Manizales esta semana de los candidatos presidenciales Germán Vargas Lleras e Iván Duque, y la gran afluencia de seguidores que se hicieron presentes en los diferentes sitios y concentraciones donde fueron programados sus eventos, es la demostración de que la voluntad espontánea de los ciudadanos está orientada hacia un cambio definitivo del rumbo de este país.
Ese fervor que se sintió en Manizales nos ratifica el hastío de la gente con todo lo que nos pasa; con esas fuerzas oscuras que poco a poco han venido apoderándose de las instituciones; con la impunidad concedida por Juan Manuel Santos a nuestros peores enemigos; y denotan un pueblo decidido a protestar, dentro de la democracia, por la dignidad que nos han violado durante los últimos años.
Pero no todo es fiesta. Existe un gravísimo peligro de que esa voluntad popular se desdibuje, si los partidos de derecha colombianos persisten en ahondar sus divisiones. No puede ser posible que, por pensar en los egos, el orgullo, la soberbia y los beneficios partidistas, los candidatos que representan la esperanza de este país, terminen entregándole el poder no solo a sus enemigos, sino a los enemigos de la Patria. No puede ser posible que por no deponer sus aspiraciones personales o no abrir la posibilidad de una unión donde todos salgamos beneficiados, resulten trabajando, en últimas, para la izquierda compuesta por Claudia López, Clara López, Sergio Fajardo, Gustavo Petro, Humberto de la Calle o, lo que es lo mismo, trabajando para Santos y las Farc.
Bien harían el Centro Democrático y el Partido Conservador en atender el llamado y la propuesta de Germán Vargas Lleras de unir la derecha colombiana en defensa del país. Este es un momento crucial en el cual esas decisiones son definitivas y en el que se juega el futuro de Colombia. ¿Qué tal, por ejemplo, si se pacta la unión de esa derecha con unas reglas de juego serias, definidas, claras y públicas, y se acuerda que de la fuerza política que más curules obtenga en las elecciones de marzo salga el candidato a la presidencia, y el segundo en curules fije el de la vicepresidencia? Esta podría ser una fórmula ganadora tanto para las elecciones de Congreso como de Presidencia de la República, pues los esfuerzos se concentrarían en obtener unas mayorías arrasadoras en las elecciones parlamentarias, para luego entrar en unas presidenciales más relajadas, menos costosas y más seguras. Porque ese altísimo número de congresistas electos en marzo, desplegarían sus fuerzas para la primera vuelta presidencial, garantizando el triunfo inmediato y sin dar oportunidad a una segunda vuelta donde los fraudes a los que nos tiene acostumbrados este Gobierno seguramente se volverían a presentar.
¿Que se sacrificarían los demás partidos o movimientos? ¡No! Por el contrario, se estarían solidificando, pues esto garantizaría el poder en cabeza de todos, y unas grandísimas posibilidades de desarrollar las propuestas que hoy se le presentan al país, dado que entraría un gobierno de derecha pluripartidista con amplias mayorías parlamentarias que trabajarían en concordancia con sus ideas.
Pero, además, sería la forma de trivializar el poder que Santos les entregó a las Farc, pues las diez curules espurias a las que hoy tienen acceso, más las posibles diez y seis que sigue empeñado en otorgarles, quedarían neutralizadas y devaluadas al hacer parte de una minoría solitaria, despreciada y rechazada por todo el país. Igualmente, el gobierno y el Congreso en cabeza de esos partidos o movimientos, podrían entrar a corregir las dádivas exageradas; a erradicar los mecanismos de impunidad con los que dotaron a los terroristas; a imponer el orden, la justicia y la autoridad en todo el territorio nacional; y a que volvamos a regirnos por las leyes y la constitución y no por legislaciones parciales, dirigidas, determinadas y con excesivos favorecimientos para los peores criminales.
Creo que es hora de deponer esos egos y pensar en Colombia. Las alas que el gobierno Santos le dio a la izquierda son una bomba de tiempo que, de no encontrar concertaciones amigables, transparentes, altruistas y honestas en la derecha colombiana, nos explotará en las manos y nos terminará convirtiendo en otra Venezuela. ¡Hay que salvar a Colombia!
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