Es incoherente, falso, mendaz y engañoso que en los inicios de la campaña política para elecciones regionales salgan a la palestra candidatos que someten sus nombres a consideración de los ciudadanos y, a renglón seguido, traten de desprenderse de cualquier vínculo político diciéndose asqueados del sistema con el que conviven, cohonestan, soportan y sustentan.
En Manizales y Caldas, por ejemplo, suenan nombres de personajes que han ocupado altísimos cargos públicos y su vida laboral ha estado enmarcada dentro de la burocracia estatal, pero se presentan como independientes y hacen hasta lo imposible por ocultar sus vínculos con el sistema del que hoy denuestan. Otros, se presentan como candidatos de partidos que han estado históricamente en el poder y que han contribuido a la debacle moral del país, pero tratan de mostrar una cara amable y alejada de los vicios de quienes reciben el aval. Y los hay también quienes, contando con la ilusión falaz de los resultados electorales de la segunda vuelta presidencial, parten de una base de votantes supuestamente indignados que sufragaron por la oposición de izquierda, y tratan de mostrarse como candidatos cívicos, sin vínculos electoreros y carentes de ambiciones.
¡Falso! La política se hace con los políticos. Y los candidatos no pueden recibir el aval de los partidos políticos, buscar los votos dentro de los movimientos políticos, hacer alianza con otros partidos políticos, cerrar acuerdos programáticos con directivas de otros grupos políticos y, públicamente, presentarse como enemigos de los políticos.
Estas posiciones encierran grandes mentiras que terminarán por decepcionar a los electores, pues si la voluntad del candidato es recibir el apoyo, los votos, hacer las alianzas y los acuerdos con los movimientos políticos, para darles la espalda cuando esté en el poder, se generará un alto riesgo de ingobernabilidad y de paralización de su administración. Y si, por el contrario, en campaña se muestra alejado, escéptico, reacio y enemigo de la clase política pero hace acuerdos por debajo de la mesa y a espaldas de sus electores, será el pueblo el que termine reclamando por el incumplimiento de sus promesas y por la felonía en sus acciones.
Lo mejor es que las cosas se llamen por su nombre. En una campaña política no se puede esperar que los candidatos estén alejados de esa actividad. Y el arte de gobernar bien, con decencia, con decoro y con éxito no radica en degradar más la actividad política, ni en generalizar la maldad en todos los que hacen o han hecho parte del sistema. ¡No! Radica en seleccionar, incluso dentro de los grupos políticos, a los miembros buenos, capacitados, honestos, responsables y eficientes, pues si nos damos a la tarea de considerar que todos los que participan en política merecen ser descalificados por el solo hecho de hacerlo, terminaremos descalificándonos a nosotros mismos y seremos entonces también indignos de ser elegidos.
Y en Caldas existe un peligro adicional: quienes pretenden generar credibilidad y asegurar honestidad, se apoyan en los gremios y en el sector privado diciendo que gobernarán con su aquiescencia y compañía. ¡Nada más contraproducente! Nuestros líderes gremiales han demostrado con creces que nos son capaces de enfrentar con solvencia los grandes retos que han asumido y, por el contrario, muchas de las empresas que han caído en sus manos han sido desplazadas de la región, liquidadas por malos manejos, desfalcadas sin consecuencias judiciales ejemplarizantes, o vendidas a postores que generaron millonarios lucros personales.
Repito: la política se hace con los políticos. Y dentro de los partidos existen personas buenas que, escogidas a conciencia, pueden hacer parte de los próximos gobiernos, con la gran ventaja de que los políticos tienen que responderle a la ciudadanía y están sometidos a su escrutinio, mientras que los privados asumen el cargo, proceden con irresponsabilidad y, cuando se ven incapaces, inculpan a la clase política sin asumir ninguna consecuencia. Bástenos recordar a Aerocafé, Miel I, Chec, ISA, y algunos nefastos episodios en la ILC.
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