Analizar los resultados económicos, industriales, empresariales y sociales que arroja hoy la Industria Licorera de Caldas nos llena de satisfacción, tranquilidad y esperanza. Porque esta industria nos ha dolido desde siempre y, en medio de la descomposición histórica que la ha afectado, la hemos defendido con argumentos y salvado de ser otro cadáver de aquellos que reconocidos líderes gremiales han arrojado sin vergüenza alguna al cementerio empresarial regional.
La gestión de Luis Roberto Rivas al frente de la ILC es admirable. Y demuestra que el ser político no es causa de descalificación, deshonra ni repudio. Se puede ser político y honesto; se puede ser político y emprendedor; se puede ser político y tener visión empresarial, industrial y comercial; se puede ser político y lograr metas tangibles. Es más: podríamos asegurar que una de las razones del éxito de la administración de Luis Roberto es la de ser político. Porque si no lo fuera, le quedaría imposible manejar adecuadamente una Industria asediada por intereses oscuros, rodeada de actores acostumbrados a dominar las empresas del Estado para su propio beneficio, y donde se tienen que cumplir requisitos legales diferentes a los de la empresa privada, lo que exige un gerente que conozca como navegar en esas aguas tormentosas.
La política, bien concebida, es un arte. Y los resultados que hoy arroja la ILC demuestran que puede ser un arte rentable, exaltable y productivo. Porque al mirar las situaciones por las que ha atravesado la Industria durante los últimos años, es evidente que su mayor riesgo de desaparecer (o de ser entregada a manos oscuras por debajo de la mesa) fue precisamente cuando estuvo manejada por el sector privado. Hace apenas cinco años Bruno Seidel Arango, gerente de la época (representante del sector privado), se declaraba impotente para manejarla porque, según él, era una Industria inviable y, en blanco y negro, la presentaba ante la sociedad como el peor negocio que existía. Mientras tanto, atiborraba esa empresa “inviable” de millonarios contratos y nóminas paralelas (con personajes del sector privado cuyos nexos fueron denunciados oportunamente), raspando esa olla que para él era despreciable.
¿Alguien respondió por algo? ¡No! Porque los actores de entonces se sabían resguardados en la complicidad de los entes de control, y la justicia nunca se atrevió a pronunciarse porque se trataba de los prohombres de Caldas que, por cosas del destino, del dinero, del poder o de la manipulación, llegaron a ser casi intocables.
Luis Roberto Rivas sabe lo que es ser perseguido, fustigado, acusado, maltratado, calumniado y vejado; y aún así asumió el riesgo de manejar la empresa insigne del departamento y se atrevió a plantear un nuevo esquema industrial, administrativo, productivo y comercial que la tiene en una situación envidiable. ¿Qué dicen los políticos de ésta administración, de su proyección, del crecimiento y de sus metas cumplidas?: Reconocen el éxito y manifiestan su beneplácito por los resultados. ¿Qué dicen los líderes gremiales y los privados que se lucraron descaradamente de la ILC hace apenas unos años?: ¡Nada! Porque saben que reconocer públicamente los méritos de Luis Roberto sería dejar en evidencia su ineptitud, incapacidad e inoperancia. Sería reconocer que lo que hemos ventilado durante años en este espacio tiene asidero en la realidad. ¡En su propia realidad! En pocas palabras, les tapó la boca a sus enemigos.
Y así como hemos fustigado en el pasado a quienes han atentado contra la ILC, hoy felicitamos de corazón a Luis Roberto Rivas y su equipo de trabajo por los resultados obtenidos. Tenemos que recordar el funesto pasado para solazarnos con el presente; pero también debemos anticiparnos al futuro para advertir que la Industria Licorera de Caldas debe ser protegida como un tesoro. Y esa protección no radica en inventarse magos que vengan a manejar la empresa como si fuera privada, cuando está regida por legislación pública y obligada a funcionar bajo el régimen especial de lo público. No necesitamos más inventores de crisis ni inviabilidad. ¡Necesitamos un Luis Roberto por muchos años más, independientemente de colores políticos!
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