Quienes nos atrevemos en este país a hacerle oposición a los grupos terroristas, indefectiblemente terminamos estigmatizados, marcados y expuestos a ser considerados victimarios. Pasamos de ser defensores de los derechos, de las instituciones y de un Estado justo, a promotores de la guerra y auxiliadores de paramilitares. Nos convertimos por arte del dinero, de la manipulación estatal o de las presiones mediáticas, en supuestos defensores de grupos de extrema derecha y, por consiguiente, en enemigos del pueblo doliente y sufrido. Y en objetivo de los criminales que, bajo la protección estatal, ejercen presiones violentas y amenazas directas o veladas con las que pretenden acallarnos impunemente.
Y entonces si denunciamos, opinamos, argumentamos o defendemos posiciones en contra de los propósitos comunistas de los grupos de izquierda, quedamos convertidos en parte de una supuesta estrategia del miedo, eufemismo que termina victimizando a quienes han destruido este país durante décadas. Pero aún así, todavía quedamos algunos “opinadores” dispuestos a enfrentar públicamente esa amenaza letal del comunismo, encarnado en Petro y los grupos de izquierda colombianos, que se sienten con el derecho de aplastar a sus opositores mediante “todas las formas de lucha” que, traducido, significa que están dispuestos a utilizar todos los argumentos (aún los violentos) para acceder al poder.
Pienso con Maurice Druon, escritor, político y académico francés, que los fundamentos definitivos de una nación son “una patria, una justicia y un Estado”. Y es por eso que mi aversión a Petro es total y considero que su gobierno sería lo peor que le podría pasar a Colombia. Porque ha sido Petro el adalid del descuadernamiento del Estado colombiano, cuando desconoce sus instituciones, las viola, las minimiza o, en el peor de los casos, cohonesta su incendio y destrucción, como pasó con el Palacio de Justicia en el año 1985. Por eso mismo ha sido Petro el peor ejemplo de injusticia en Colombia cuando defiende la ignominia cometida por su grupo guerrillero M19 que, queriendo hacer justicia por sus propias manos, terminó asesinando incinerados a Magistrados y Jueces que representaban la supremacía de la justicia en Colombia. Y si estos no son argumentos suficientes para considerarlo uno de los mayores enemigos de la Patria, habría entonces que sumarle las pruebas históricas de sus alianzas pasadas con la mafia del narcotráfico y su representación hoy de los intereses políticos de un grupo criminal como las Farc.
Entonces esos fundamentos definitivos de una nación no podrían estar presentes en un eventual, peligroso y catastrófico gobierno de Petro. Porque ha desconocido sistemáticamente el Estado, violado la justicia y atentado contra su patria.
¿Serán estos planteamientos la estrategia del miedo? ¡No! Es solo la descripción de una realidad que no podemos desconocer y que estamos además en la obligación de contársela a los jóvenes que se mueven por un espíritu impulsivo y revolucionario, pero que desconocen la historia reciente en la cual Petro ha sido uno de sus mayores protagonistas.
¡Sí! Mi oposición a Petro es total. Porque ya demostró además que es pésimo administrador al dejar una Bogotá llena de corrupción, de desastres y de desórdenes, aunque por arte de su verborrea y de su egolatría pretende convertir en éxitos sus fracasos y en realizaciones sus desgracias. Y pretende además posar de víctima cuando ha sido uno de los mayores victimarios de Colombia.
Por fortuna vemos que el país reacciona y Petro parece estancarse en las encuestas, sin que esto signifique que deje de representar un peligro latente para Colombia y los colombianos. ¡Hay que seguir trabajando para ganarle en primera vuelta!
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