Los últimos acontecimientos tributarios en Manizales dan cuenta de un país desbordado, ambicioso, alcabalero y asfixiante que, gracias a la desaforada intención de recaudar y recaudar dineros de sus ciudadanos, puede llevar al traste el crecimiento de la economía.
La Administración Municipal, atendiendo a sus funciones represivas que le obligan la Ley 1819 de 2016, ha puesto sus ojos en los sectores de desarrollo más significativos, generando un sinsabor extremo y arriesgando a que lo que se ha avanzado no solo en materia de inversión, sino de repatriación de ciudadanos manizaleños que decidieron volver a la ciudad, invertir en ella y apostarle a una nueva dinámica, hoy estén pensando en abandonarla porque, de un momento a otro, les resultó ser una ciudad inviable financieramente.
Lo primero es un hecho del cual los ciudadanos no se han percatado aún: el nuevo cobro del impuesto de Industria y Comercio al ejercicio de las profesiones liberales, entendidas estas como “las labores que ejecute una persona natural, jurídica o sociedad de hecho, sin que medie relación laboral, se reciba una contraprestación en dinero o en especie y se constituya en obligación de hacer sin importar si se trata de un factor intelectual o material”. ¿A quiénes obliga esta nueva concepción? ¡A todos los prestadores de servicios personales o profesionales!: médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, periodistas, contadores, economistas, veterinarios, etc.
Se involucra a casi todas las actividades que ejerza el ser humano en el municipio, independientemente de que sean mercantiles o no. Repito: los fundamentos de este nuevo cobro están en la ley y es el asidero del alcalde que se limitó a aplicarla con la mayor drasticidad, sin atender a consideraciones económicas vinculantes que no hicieran tan gravosas las cargas.
En mi concepto, en el municipio de Manizales hace falta un estudio serio que conduzca al cobro de cargas justas que no pongan en riesgo la estabilidad de quienes le aportan dinamismo a la economía. Pero bueno… creo que muy pronto los concejales del país tomarán cartas en el asunto, cuando se den cuenta de que este nuevo impuesto los obliga a ellos también, pues se cumplen los presupuestos contemplados en la ley: son labores ejecutadas por persona natural, no media relación laboral, reciben honorarios como contraprestación de su labor y se constituye en obligación intelectual de hacer. ¡Quisiera conocer cuántos concejales presentarán sus declaraciones de Industria y Comercio, cuánto pagarán al fisco, y qué harán las administraciones municipales en caso de omisión!
Por otro lado, está el nuevo impuesto a la utilización de las terrazas privadas, disfrazado de “compensación por el aprovechamiento económico de espacio público…”. Para nadie es un secreto que Manizales está liderando el sector gastronómico del Eje Cafetero y que el incremento de negocios de este tipo le está dando una nueva caracterización al municipio. Son muchos los inversionistas que, creyendo en la ciudad, destinaron gran parte de sus recursos en una apuesta de embellecimiento de terrazas y antejardines, para ofrecer espacios estéticos, dignos y llamativos al aire libre que terminaron por dinamizar un sector que hasta hace muy poco se encontraba deprimido. Y si bien es cierto que el nuevo POT (que, a propósito, puede tener sus días contados) obliga al alcalde a regular el uso del espacio público, también lo es que la creación de nuevos tributos (llámeseles como se les llame) son facultades exclusivas del legislativo y, por ende, se estaría entrando en una presumible ilegalidad. Porque una cosa es la regulación del espacio público y otra, muy distinta, la generación de nuevos impuestos por la utilización de áreas privadas sobre las cuales ya recae un impuesto municipal directo como el Predial, y otro indirecto como el de Industria y Comercio, pudiéndose presentar una doble tributación que es igualmente ilegal.
En buena hora la Administración Municipal ha decidido recapacitar sobre esta materia, y se encuentra en una etapa de concertación con los comerciantes para evitar una catástrofe de magnitudes incalculables para la ciudad. Creo que la sensatez debe primar sobre el espíritu alcabalero que está haciendo metástasis en nuestro sistema político.
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