El 17 de marzo de este año, dentro de la columna intitulada “Sí marcho el 1 de abril”, planteé la paradoja del Centro Democrático en Caldas que, invitando a manifestarse en contra de la corrupción, convive con ella dentro de sus huestes al quedarse silencioso de manera cómplice en casos tan aberrantes como los del diputado Nicolás Aguilar.
Esta denuncia desató la ira del citado diputado lo que lo indujo a escribir en su cuenta de Twitter: “Parece que a @titepava aún le molesta que lo haya marcado con sus cuestionados amigos, que no se despegue de las sorpresas que vienen. Siga¡”. Confieso que no supe cómo interpretar este mensaje, pues tiene mucho de temerario, mucho de desespero, mucho de ignorancia, y muchísimo de amenaza. Y aún hoy dudo de las intenciones de Aguilar con ese tuit, lo que me hace preguntarle públicamente:
¿Las “sorpresas que vienen” estarán relacionadas con un proceso penal que cursa en su contra por el delito de concusión, y cuya audiencia de formulación de imputación solicitada por la fiscalía 1 seccional, está programada para el próximo viernes 30 de junio a las 9:30 a.m.? ¿O acaso a una solicitud de medida de aseguramiento que reposa en el expediente? ¿O tal vez a la acusación formal que le hizo su colega diputado Antonio Corrales dentro de la veeduría de su mismo movimiento político, al conocer de los presuntos delitos cometidos? ¿O a los persistentes cuestionamientos que se le hacen en todos los lugares donde llega haciendo alarde de dinero, de boato económico y de ridícula ostentación? ¿O al embargo de sus honorarios como diputado presuntamente originados en el incumplimiento en negocios que tienen que ver con la programación de conciertos financiados en parte por entidades departamentales?
¿Estas fueron las sorpresas que Usted anunció? Advierto además que, orgullosamente, soy amigo de mis amigos y leal en mis relaciones; lo que no significa que me pueda arrogar sus éxitos ni responsabilizarme de sus fracasos. Pero si de lo que se trataba era de amedrentarme, amenazarme, coartar mi libertad de expresión o silenciarme, le tengo que asegurar que no lo logró ni lo logrará. Yo sí no tengo nada que esconder y mis denuncias siempre están acompañadas de los documentos que las soportan. Le aseguro una cosa Nicolás Aguilar: sus nacientes tentáculos, mientras no sean violentos, no alcanzarán a enturbiar mi entorno.
De manera pues que, hay que decirlo nuevamente, el Centro Democrático en Caldas va a salir inmensamente perjudicado por encubrir a uno de sus miembros y por no tomar medidas internas oportunas que conlleven a repudiar, castigar, sancionar o siquiera amonestar a quien pregona ser su más insigne representante y su reserva moral y política en Caldas. Flaco favor le hace el Centro Democrático a la política regional protegiendo con su silencio a un diputado que, emulando a su máximo jefe, debió haberse separado de su cargo mientras el proceso concluye con su absolución o su condena.
No le queda nada bien a un movimiento político soportar dentro de sus huestes esta carga pública, mientras día a día se acrecientan más los cuestionamientos en contra de quien dice ser la gran promesa política uribista, y que también día a día se parece más a aquellos gamonales que ordenan sin pudor y degradan la actividad pública sin reato alguno. ¡Es Nicolás Aguilar entonces realmente la promesa, la reserva y la esperanza de una política nueva, renovadora, honesta y útil a la sociedad? ¿Esto es lo que tiene para ofrecer el Centro Democrático? ¡Por mi parte, y con dolor, tengo que decir que me siento defraudado, ofendido, engañado y ultrajado! Y no por ser parte de ese movimiento político (por que no lo soy), sino porque allí le dieron alas a este personaje que provoca más repudio a la actividad política y aleja cada vez más al ciudadano de las urnas.
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