Lo que sucede en Villamaría con el alcalde Juan Alejandro Holguín es de antología. El propósito de su revocatoria está rodeado de intereses oscuros, y permeado por situaciones personales que han representado una parálisis administrativa con consecuencias incuantificables y desestabilización descomunal.
En Villamaría se vive una zozobra que tiene al municipio en vilo. Un alcalde que ha hecho las cosas bien, que ha cumplido con su programa de gobierno, que ha propendido por el reforzamiento institucional, y que se ha encargado de cortar una sucesión de vicios sistemáticos que no la dejaban progresar, hoy tiene que dedicar gran parte de su tiempo a defenderse de sus enemigos que, en la práctica, son los enemigos del pueblo. El abuso de una figura como la revocatoria del mandato, ha convertido ese mecanismo constitucional en un aparato de retaliación y en una alternativa para los malos perdedores.
No es justo que una pequeña fracción del comercio se sobreponga a la voluntad mayoritaria que confió en el mandatario y le otorgó el poder de gobernar. Y no es justo, precisamente porque lo que pretenden es vengarse de las medidas adoptadas por la administración para poner en cintura los desmanes en los sitios nocturnos, y controlar el abuso de consumo de bebidas embriagantes en establecimientos comerciales con horarios de amanecida que, posteriormente, cuando cerraban sus puertas, se trasladaban al propio parque principal.
Era ya frecuente que estudiantes de colegios y escuelas que tienen que transitar hacia sus sitios de estudio, o trabajadoras que madrugan a laborar y se desplazan caminando por las calles de Villamaría, tuvieran que soportar los desmanes, acosos, insultos, riñas, irrespetos y agresiones de borrachos que, abusando de la permisividad que reinaba, perdían sus estribos frente a ellas. O que los jóvenes de Manizales, ante la prohibición de permanecer en sitios nocturnos después de las horas establecidas, terminaran en los bares de Villamaría corriendo serios riesgos en los desplazamientos y encontrando la alternativa a solo unos pasos de distancia.
En buena hora el alcalde Holguín adoptó las medidas de restricción de horarios y le puso coto a esta situación. Pero no fue sino que tocara los bolsillos de algunos poderosos para que se desatara la ira y empezara la persecución. Y a esa persecución se sumaron los actores politiqueros que, llorando todavía la pérdida del poder, encontraron el caldo de cultivo para provocar la inconformidad a través de la desinformación, la manipulación de la verdad, las promesas absurdas y la campaña de desprestigio. Ellos saben que destruir es demasiado fácil y que los ciudadanos son proclives a adoptar, sin confirmar, versiones acomodadas.
Por esto hay que respaldar al alcalde de Villamaría y hacer un llamado a la abstención en las votaciones del próximo 10 de septiembre. Porque votar ese día es legitimar un evento basado en la falacia, ceder a la manipulación politiquera y engrosar un umbral que no va a determinar la voluntad mayoritaria del pueblo, sino la perversidad de unos pocos. No va a cambiar un sistema de gobierno que tiene mucho de bondad, sino a retroceder por la senda en que transitaba. No va a renovar los administradores, sino a cohonestar el retorno de unos cuantos que, abusando del presupuesto y la administración, destruyen el futuro de los ciudadanos de bien.
A Manizales le tiene que importar lo que pase en el municipio vecino. No solo por los nexos ancestrales, sino porque gran parte de nuestros coterráneos viven hoy en él y se benefician de su infraestructura y de sus servicios públicos. Y porque también gran parte de nuestros jóvenes se han visto forzados a modificar sus hábitos, al haberse suprimido esa permisividad que había vuelto inocuas las medidas adoptadas en Manizales para controlar los desmanes. Por esto, y por muchas cosas que ya habrá oportunidad de expresar, debemos respaldar al alcalde Juan Alejandro Holguín, y hacerle un llamado a los ciudadanos de Villamaría para que se abstengan de votar el 10 de septiembre. Porque al votar ese día se corre el riesgo de devolverle el poder a la corrupción, los desmanes y el desafuero.
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