Tal vez nunca Manizales había obtenido unos indicadores tan favorables como los arrojados en los últimos días: la mejor ciudad para hacer negocios, una de las de mayor índice de seguridad, reconocimiento como ciudad universitaria, la de mejor calidad de vida, una de las de menor desempleo y, en resumen, la mejor ciudad para vivir. Y esto no solo lo dicen los indicadores; también lo demuestra el cambio en la tendencia de nuestros jóvenes, que antes perseguían estudiar en otras latitudes y vivir en otras partes del mundo, y hoy quieren quedarse, estudiar y desarrollar su vida profesional en la ciudad.
Pero todo esto no ocurre de la noche a la mañana. Por el contrario, es producto de un proceso que se ha implantado a través del tiempo, y de la concertación de múltiples factores económicos y sociales, que se unen para posicionar a Manizales como la ciudad predilecta. Y no incluyo el factor político porque, tanto en el sector privado como en el público, es un factor que influye negativamente y se caracteriza por estar lleno de vicios, corrupción y ambiciones personales, que terminan por oponerse al progreso. ¿Seré muy pesimista? Veamos:
La concentración de poder en el sector privado ha sido una talanquera al desarrollo continuo. Un grupúsculo de personas amparadas en gremios que utilizan para su beneficio personal, limitaron las aspiraciones y el ejercicio profesional en la ciudad de cientos de manizaleños que hoy brillan con luz propia en otras latitudes. Hasta hace poco, nada en Manizales y Caldas se podía hacer sin el consentimiento de este círculo gremial y, quien lo intentara, encontraba una férrea oposición que lo obligaba a desplazarse a otras tierras. Hoy, esos gremios que se niegan a renovar sus miembros o que siguen dependiendo de los mismos vetustos y anquilosados seudolíderes, quedaron reducidos a una lánguida figuración en las páginas sociales y a favorecerse de algunos contratos estatales que les permite sobrevivir, pero sin independencia ni libertad. Son entidades gremiales de papel que día a día pierden su espacio y representación, así sus voceros hagan alarde de elevados egos y posen de emprendedores y visionarios.
Y en el sector público ni qué decir. La monetización de nuestra política está acabando con los pocos valores que quedaban. Hoy toda decisión tiene un precio; para algunos miembros del Concejo todo voto tiene una tasa, una medida y una tarifa; para algunos funcionarios municipales la dignidad no cuenta; el respeto por el erario es nimio; primero está su bolsillo que el bien común; y es primordial cumplirle a su jefe político antes que al pueblo. La degeneración del sector público entonces es otro factor que nos carcome lentamente y que trunca un mayor desarrollo.
Pero si con las dificultades y aberraciones de esos inescrupulosos representantes del sector público y privado, Manizales está posicionada en estos privilegiados lugares, ¿qué pasaría si se diera un relevo real en las entidades gremiales y en las corporaciones públicas? ¿Cuál sería entonces nuestra posición si tuviéramos gremios serios, verdaderos líderes en estas entidades, personas con visión de desarrollo, y reemplazo de quienes hoy se encuentran arrodillados ante el poder público y han perdido toda autoridad? ¿Dónde estaríamos si tuviéramos un Concejo que pensara realmente en el desarrollo municipal y donde no prevalecieran factores políticos o económicos? ¡No habría quién nos parara!
Por esto no podemos perder las esperanzas de que el Tribunal Contencioso Administrativo de Caldas, analice con detenimiento los argumentos presentados con respecto a la ilegalidad e inconstitucionalidad del nuevo POT pues, de fallarse a favor de nuestras pretensiones, tendríamos otra oportunidad para reconsiderar temas tan importantes como el del Campus Universitario, la expansión urbanística lógica de la ciudad, el impedimento de una densificación poblacional, etc. Y algo más importante: dejar claro el mensaje de que en la ciudad sí existe seguridad jurídica para los inversionistas y que entonces, mientras se define Aerocafé, se justifica la llegada de nuevas empresas transportadoras que, como Easyfly, hoy nos amplía la cobertura de comunicaciones con el resto del mundo.
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