El gobernador saliente, Ricardo Gómez Giraldo, dice que está listo para hacerle entrega del mando al gobernador titular, Guido Echeverri Piedrahíta, y que tiene además ya redactado su informe de gestión. Yo me pregunto: ¿cuál gestión?
Miremos: asume el encargo el 10 de agosto de 2016 en medio de la mayor incertidumbre política y en un momento definitivo para el futuro del Departamento. El vacío que dejaba el Gobernador titular lesionaba gravemente los intereses caldenses, y el quedarnos sin una voz autorizada con legitimidad de representación requería de una persona que asumiera el encargo con dignidad, nobleza y sencillez, pero a la vez con bríos, entrega, dedicación y capacidad de gestión.
Y el gobernador Gómez demostró desde el primer momento que no era él esa persona. Primero, porque se dedicó con exclusividad a enarbolar las banderas de una campaña política ordenada desde la presidencia de la república, descuidando irresponsablemente los destinos de su departamento, lo que conllevó una parálisis institucional asombrosa: durante más de mes y medio hubo un gobierno (o, mejor, un desgobierno) itinerante y nómada dedicado a recorrer el departamento, no en función de detectar sus necesidades, sino en función de ejercer una presión para obtener el triunfo del Sí en el referendo fariano, con las consecuencias por todos conocidas. Y segundo, porque los grandes proyectos que venían en marcha sufrieron una parálisis lesiva cuya recomposición será una dura tarea que le queda al Gobernador titular cuando reasuma sus funciones.
El solo caso de Inficaldas nos llena de preocupación y desánimo. Como hemos mencionado en artículos anteriores, el cambio abrupto e injustificado de gerente (rodeado de un aparente ánimo de retaliación personal y de inconciencia administrativa), tuvo como consecuencia una crisis en la entidad que trasciende el ambiente laboral enrarecido, pesado y devastador, llegando hasta un posible millonario detrimento patrimonial que atenta contra su estabilidad económica.
La administración de Marcelo Mejía invirtió cerca de 1.200 millones de pesos en un proceso de desarrollo tecnológico, reestructuración administrativa y replanteamiento organizacional, adaptando la entidad a los requerimientos de la Superintendencia Financiera, con miras a obtener su vigilancia y acceder a la calificación AA que le permitiera desempeñarse como intermediaria bancaria y absorber los altísimos costos financieros del departamento que hoy van a parar a la banca privada. Además de poder desenvolverse en otros negocios de altísima rentabilidad, bajo riesgo y liquidez inmediata, ubicaba a Inficaldas como una entidad de gran músculo y capaz de servir de soporte a los 27 municipios y otras entidades descentralizadas, ampliando su portafolio de servicios y garantizando su crecimiento constante.
Pero al llegar la nueva gerente, Luz Estella Cardona, las cosas dieron un giro de 180 grados: como para ella todos sus colaboradores son corruptos y lo único que se hace bien es lo poco que produce su magín, tiró por la borda el proceso que se venía ejecutando y paralizó la entidad. Hoy estamos en serio riesgo de perder la millonaria inversión; de truncar los procesos que se venían adelantando para posicionar a Inficaldas como una entidad paradigmática en el país; de ver agotadas las oportunidades y cerradas las puertas de las entidades nacionales donde se esperaba la continuidad de los trámites; y de reducir a Inficaldas a una empresa sin sentido con tendencia a desaparecer.
¿Es esta entonces la gestión del gobernador saliente? ¿O, acaso, estarán en su inventario las discrepancias públicas con el alcalde Octavio Cardona, ocasionadas por su ánimo de protagonismo y figuración, y que pretendían dejar sin recursos a Manizales para atender su emergencia invernal? ¿O el enfrentamiento con Guido Echeverri (el gobernador de verdad) para desvirtuar lo anteriormente pactado con los recursos provenientes de la venta de Isagén? Puede ser este el informe de gestión. Lo único realmente importante es que cesó la horrible noche y Guido Echeverri podrá llegar a terminar su mandato, y Caldas a volver a mirar con optimismo su futuro.
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