Estaba todavía con lágrimas en los ojos por el impacto que me produjo la exposición de Jesús Abad Colorado, cuando recibí un correo de uno de mis compañeros de colegio recordándome muy molesto, que el pacto del chat de la promoción Gonzaga del 65 era cero política, esto a raíz de unas fotografías que acababa de remitir tomadas de la muestra que estábamos sufriendo; buscaba motivarlos a visitar el claustro de San Agustín en Bogotá y que se dejaran llevar de la mano del Testigo que había consignado magistralmente un trozo vergonzoso de la historia nacional.
Es quizá el testimonio más importante sobre la guerra de estos últimos cincuenta años, el más apasionado y a la vez el más prudente y cuestionador.
Fue una experiencia que sería conveniente, al menos en mi fantasía, que todos los colombianos deberíamos vivir; recorriendo las salas que custodian esta historia, observando una a una las fotografías que a pesar del dolor, dejan hendijas de esperanza y de luz, para poder entender por qué, con qué intereses y a qué costo se ha manejado este país.
Don Francisco Toro ya de noventa años, se hizo llevar al sitio donde estuvieron secuestrados su hija y otros miembros de su familia que fueron asesinados con ella, recogió en silencio algunas hojas de los almendros y árboles que estaban allí, y les agradeció emocionado que les hubieran procurado sombra y resguardo en el cautiverio de horror al que habían sido sometidos.
Aun así les perdonó y dijo no ser quién para buscar venganza.
Es que no se trata de no hablar de política, es necesario hacerlo, siete veces siete, se trata de aprender a hacerlo porque es de sus decisiones que depende el futuro en paz de Colombia.
Otro de mis compañeros de colegio, en un espacio distinto al del chat Gonzaga, escribió lo siguiente:
“Y claro que hay que hablar de Política, entre otras cosas, porque mientras haya personas conviviendo resulta ser una realidad ineludible que a todos implica y, con frecuencia, desafía. Presentar los efectos pavorosos de la violencia en esas desgarradoras imágenes es hacer Política con P mayúscula porque solo busca la reivindicación de la dignidad del ser humano. Es la Política que despierta la conciencia y engrandece a una sociedad. Es la de Gandhi, Mandela, el papa Francisco y Santos cuando busca la paz. La otra política, la pequeña y ruidosa de todos los días, no consiste en otra cosa que en rastreras maniobras entre fanáticos que, con pretextos ideológicos, luchan simplemente por satisfacer su ambición de poder.
De esta última, que es la que polariza y enfrenta, es de la que no se debe hablar.
No construye nada. Solo moviliza pasión y agresividad.”
Las armas entregadas por las Farc fueron para Doris Salcedo el material para construir con ellas Fragmentos, un recinto para el pensamiento, el recogimiento y la reflexión. Muchas de las mujeres que habían tenido esas mismas armas, o las de los paramilitares, o las del ejército nacional, hiriéndoles la vagina, golpearon durante horas y horas las láminas de hierro producto de su fundición, para hacer con ellas el piso de un nuevo amanecer.
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