La semana anterior, el mundo se conmocionó con las imágenes de niños sirios afectados por los gases tóxicos utilizados por el gobierno de Bashar al-Ásad, dentro de la guerra que libra hace seis años con los insurgentes que pretenden derrocar un mandato que ajusta 38 años en el poder, compartido entre su padre y el actual tirano. Esta confrontación registra cifras de terror, 450 mil muertos, 1,5 millones de heridos, 5 millones de refugiados en otros países, mientras 7 millones deambulan dentro del país en zonas donde no hay conflicto.
Múltiples explicaciones surgen de unos hechos que no tienen justificación. Aspectos religiosos, políticos, económicos, étnicos y geoestratégicos, activan y encienden los ánimos no solo del país en conflicto, sino de sus vecinos y de las dos potencias tradicionales, Rusia y Estados Unidos.
Aparecen Rusia e Irán apoyando al presidente Bashar, mientras Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña respaldan a los opositores al régimen. Pero la verdad, en este conflicto priman los intereses económicos y estratégicos. Rusia, por ejemplo, tiene en territorio sirio, en el puerto de Tartús, una poderosa base naval; de allí nace su incondicional respaldo al gobierno, pues esto le permite por el Mediterráneo con rapidez, colocar sus naves frente a Europa, al norte de África y acceder fácilmente a las aguas del Atlántico. Estados Unidos por su parte, tiene excelentes relaciones con Israel, Irak y Turquía, países limítrofes de Siria. Solo le faltaría el posicionamiento diplomático con los sirios, para expandir sus intereses en una región rica en petróleo y gas con sus correspondientes ductos.
Siria limita con el Mar Mediterráneo, convirtiéndose en un punto clave para los intereses de los países de la región, productores de petróleo y para aquellos que le apuestan al negocio del gas. Se calculan reservas de gas en Siria de 110 millones de metros cúbicos diarios y las reservas de petróleo, en 2.500 millones de barriles. Pero la ventaja mayor, es tener dicha producción de cara a Europa y al Océano Atlántico a través del mar Mediterráneo y así poder convertirse en puerto energético de vital importancia del Medio Oriente petrolero.
Pueden estas razones explicar la barbarie que el mundo contempla indolente, con un silencio cómplice, pero ¿dónde está la presencia de los líderes que toman asiento en las mullidas poltronas de los organismos multilaterales? ¿Qué hacen la ONU, la OTAN ante el salvajismo desatado contra la población civil donde se afectan niños, mujeres y ancianos? ¿Qué culpa tienen estas víctimas de vivir en regiones donde la riqueza está en el suelo que pisan, donde los interesados en su explotación no respetan la población aborigen? Niños asfixiados en centros de salud atacados con alevosía, es violación al Derecho Internacional Humanitario y todo, por los intereses socavados de buscar las riquezas a costa de la vida y el bienestar de un pueblo.
Cuando nació el hombre, surgieron las guerras; es un mal inalienable de la condición humana. También sabemos que uno de los negocios más rentables son los originados por la confrontación bélica y la carrera armamentista copa la agenda de las potencias. Los mercenarios se convirtieron en una alternativa laboral, vendiendo sus servicios al mejor postor sin ningún escrúpulo y esparcidos por el mundo como máquinas de violencia y muerte. Sin ética ni honor los conflictos dejan cicatrices imborrables en la población civil; los combatientes fueron formados para luchar en la batalla, pero los civiles no. Allí radica la diferencia y el gran problema le queda a estas generaciones afectadas por los conflictos, con daños colaterales porque pueden golpear por muchos frentes. El restablecimiento de estas comunidades, de las familias desintegradas por la pérdida de sus miembros, pueblos sin identidad y a la deriva, ciudades destruidas y sin infraestructura productiva, hace difícil el retorno a la normalidad. Pasarán décadas para resarcir lo perdido y restablecer la dignidad arrasada.
¿Por qué se lucha? Por dinero, poder, ideologías o creencias. Muchas veces el orgullo, la vanidad o la ambición, no deben estar por encima del sufrimiento de un pueblo. La discusión final es la utilización de armas químicas y esto tan grave, es el sofisma de distracción pues el grueso del tema, son los intereses de una serie de protagonistas de la guerra que no pretenden aflojar.
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