Se propone, sin otro argumento que la cuantía, que a los señores congresistas se les debe rebajar el sueldo, pues si se le compara con el salario mínimo o con lo que devenga la mayoría del pueblo colombiano, es alto, pero no excesivo.
De acuerdo con la Constitución Política de Colombia el poder público tiene tres ramas: la legislativa, la ejecutiva y la judicial. A la legislativa corresponde “…reformar la Constitución, hacer las leyes y ejercer el control político sobre el gobierno y la administración”. Los senadores y representantes representan al pueblo y es por ello que pueden reformar la Constitución y formular nuevas leyes, o reformar las existentes con lo cual intervienen directamente en la función pública. Se trata pues y excúsenme la redundancia de competencias importantes que solo debemos entregar a personas capaces y con conocimientos apropiados para la función. Pues bien, por la importancia misma debemos preocuparnos que allí estén quienes tengan las capacidades para ejercer las funciones que les competen y puesto que son elegidos por el pueblo mediante el voto deberíamos cuidarnos de escoger bien. Piensen por un momento que al Congreso llegan aquellos que tienen las capacidades para ejercer funciones y la voluntad de hacerlo en beneficio de la comunidad. ¿Les parecería exagerado el sueldo que reciban por su trabajo? Yo pienso que no. Sigue siendo alto en proporción a lo que devengan la mayoría de los colombianos, pero reciben de acuerdo con su trabajo, esto es, tienen un salario justo.
Como no procedamos con juicio al Congreso llegan personajes sin mérito que no presentan ningún proyecto, que no acuden a las sesiones o hacen presencia y luego se ausentan. Votan según se les ordena y, desde luego, cobran, no solo el sueldo sino que cobran por votar. Lo peor, sin embargo, no es que elijamos incapaces, sino que votemos por personas que hacen de la política un negocio porque utilizan su investidura para lucrarse de la contratación pública, bien directamente o bien cobrando su voto en los proyectos del gobierno con las llamadas cuotas indicativas que finalmente se asignan a un congresista, fórmula que les permite gozar del presupuesto de la nación, puesto que señala la obra y el contratista. Cuando la asignación se hace a un congresista afín al gobierno para que comprometa su voto afirmativo a sus proyectos, estamos presenciando, nada más y nada menos que la compra del voto, lo que comúnmente se llama enmermelar, así mismo, el ungido le entrega la función legislativa al ejecutivo puesto que el legislador no vota convencido de la bondad de lo propuesto, sino porque le pagan. Por desgracia, además, en muchos casos el congresista se lucra con su intervención en la contratación y en muchos otros, los contratistas patrocinan las candidaturas. Solo así se explica que, los candidatos asuman los altos costos de la campaña, no debo generalizar, de algunas campañas. Ocurre frente a nuestras narices, se gasta en publicidad, comidas, transporte, materiales, se rifan anchetas (no para conseguir fondos, sino como premio para acudir a las reuniones o encuentros), se ofrecen puestos, se dan dádivas e incluso dinero para lograr una curul, que solo es un medio para procurarse una ganancia.
Es una inversión que corrompe la elección y daña la democracia, porque al elegido así no le importa la gestión sino el lucro, desde luego que, al elegido de esta manera, no le importa el sueldo y perseguirá su elección no obstante se le rebaje. Se debe perseguir la corrupción y al corrupto para purificar el Congreso.
Lo descrito, no ocurre en la elección de todos los congresistas, hay muchos que comprometen su patrimonio, otros con trayectoria política y apoyo popular y también quienes abandonan una profesión liberal para ir al Congreso a cumplir la misión de hacer la ley y controlar el ejecutivo, a estos sí les importa el sueldo para vivir, pues cambian de profesión para vivir de un nuevo oficio.
Pues bien, si siguiendo encendidos discursos populacheros, mediante la demostración objetiva del alto valor de los sueldos, se les rebaja el sueldo a los congresistas, solo se logra que la calidad de las bancadas, ya siendo baja, se disminuya, pues el bajo sueldo traerá el desistimiento de aquellos capaces de hacer las leyes sin lucrarse por ello. La rebaja del sueldo de los congresistas no es un buen propósito. Otra cosa es, desde luego, que obreros y maestros por ejemplo ganen más.
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