Tenemos pues una buena escogencia de jueces y magistrados de Tribunal y habrá de modificarse el de las Altas Cortes impidiendo el concurso de otras ramas en su elección y sustrayéndolas del proceso de nombramiento de los organismos de control. En el programa que se diseñe para reformar la justicia se debe incluir un espacio para establecer una vigilancia más estricta, yo echo de menos las visitas intempestivas realizadas por el respectivo órgano de control y, desde luego un código ético y disciplinario. Así mismo endurecer las inhabilidades para los exmagistrados.
De pronto (o al fin) aparecen unos magistrados de las Altas Cortes, para más inri expresidentes, envueltos en un asunto criminal, se les acusa de haber pedido o recibido dinero para desviar una investigación y estalla la bomba, sí, la bomba de tiempo porque hace mucho estamos inmersos en un mar de corrupción, que seguramente ha irrumpido en otros niveles de la justicia sin que hubieran hecho saltar la chispa. La corrupción sin embargo no es propia de los jueces, viene de afuera, de la sociedad (suciedad) en donde aquella funciona, que está infestada de esa podredumbre. La corrupción como una infección ha invadido la función pública y privada aun cuando esta última abunde en forma activa, esto es corrompiendo. La sociedad ha permanecido impasible ante la corrupción del alto gobierno que la promueve con la llamada mermelada, que no es otra cosa que compra de votos y conciencias, se da el caso de partidos enteros que entregan su función legislativa o electoral por puestos o contratos.
En los departamentos y municipios más de lo mismo, para lo cual se eluden paladinamente las licitaciones o estas se hacen a la medida, o se obtienen mediante la compra descarada. La red, o mejor, las redes de la corrupción han ido invadiendo todos aquellos ámbitos de riqueza y poder y, desde luego como no, cuando aquellas son descubiertas, se procede a comprar el Juez, algunos como ya se ha visto, aún los de las Altas Cortes, se rompen. Estamos en un estado de degradación generalizada, crecen los cultivos ilícitos y con ellos el narcotráfico y lo que es peor el microtráfico y con ellos el consumo por adolescentes y niños. Hemos llegado a un punto en el que los principios del corruptor se aceptan: “Todo es posible y todo se puede comprar”. En este país fue posible que el gobernante de turno auscultara la voluntad del pueblo y luego la desconociera.
Necesitamos una regeneración, pero ella no se hace arrasando con todo sino limpiándolo todo y con ese propósito es válido empezar por la justicia. Se pide destituir, revocar o pedir la renuncia a todos los Magistrados, no de los sindicados, que ya se fueron, sino de todas las Cortes. Ese golpe no se le puede dar a la institución. Que se castigue con dureza especial a quienes delinquieron y mancharon la justicia y la investidura que en mala hora se les dio, pero que no se manche la hoja de vida de quienes han procedido con pulcritud y honradez y no hablo de la presunción de inocencia puesto que me refiero a aquellos sobre los que no ha recaído ninguna acusación. Pero esta campaña, y me refiero a la que en los medios se ha emprendido contra la justicia, no debe ser usada como cortina de humo para ocultar la otra parte del delito, el que entrega la dadiva y el corruptor, que no siempre es el mismo, habrá de desentrañarse el grupo criminal, bien denominado “el clan de la toga”. Pero la limpieza no será completa sino la hacemos llegar a la que se hace por los gobernantes con la entrega de puestos, contratos y dineros a cambio de votos, acción que debe llevarse también a los departamentos y municipios.
Cuando esta etapa termine habrá que preguntarse porque hemos llegado a este estado de cosas. ¿Cómo es posible que todo se corrompa? La respuesta es fácil y sencilla hemos perdido principios y valores y… ¿cómo llegamos a tal degradación? Porque hemos convivido demasiado tiempo con el dinero fácil fruto del narcotráfico, la minería ilegal y el dinero público utilizado como propio. Permitimos que nuestra juventud se entregara a las mafias a veces como actores, otras como mera comparsa y el resultado de tal convivencia es el micro tráfico y el alza en el consumo. Salir de esta situación no será fácil, tal vez consuma más de una generación. Se trata de cambiar el facilismo por el trabajo y eso debe empezar desde abajo desde la niñez en las escuelas y luego en los colegios con la enseñanza de esos valores y principios. En cuanto a la Justicia, reforzar en las Universidades el sometimiento a esos valores y principios en los que se edifica la justicia y el amor o apego por la profesión que tiene un significado mayor al simple empleo, esto es, no se hace defensor o juez solo por buscar una forma de vivir, sino de servir, para que, como bien lo dice la definición de justicia, se dé a cada quien lo que corresponda.
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