Diariamente nos suceden cosas que por más cabeza que les echemos no es posible encontrarles una explicación razonable, muy especialmente en temporadas electorales.
Uno de los mejores ejemplos es lo que sucedió pasadas las recientes elecciones presidenciales y ya, con las manos en la obra, llegó el momento de ir llenando todos los huecos para cubrir con burocracia los cargos que por derecho le tocaban a quien fue el vencedor de la batalla.
De inmediato se fueron armando los escuadrones, y con los sargentos al mando en menos de lo que canta un gallo, ya todos estaban metidos en sus trincheras, esperando cualquier espacio libre para, de una vez y sin pensarlo mucho, ir cambiando hasta de partido político, volteándose sin ningún reato como pollo en asador, dando la espalda a los antiguos jefes e hincándose ante los nuevos ganadores. Nadie quiere dejar perder esta oportunidad única y feliz de recuperar el poder o de adueñarse de una nueva tajada.
Impactante también es presenciar cómo quienes hace poco se abrazaban con verdadero éxtasis, hoy entran en tremendos pugilatos, olvidando las promesas de fidelidad y amistad que tan efusivamente se hacían.
Quienes miramos los toros desde la barrera, vemos con rechazo que hasta los más encumbrados políticos olvidan sus promesas de hacer lo posible por arreglarle la vida a tantos cientos de personas, quienes sufriendo las tragedias de la pobreza permanecen en la miseria ante los falsos ofrecimientos de estos falsos promeseros.
Hoy hay un ambiente de optimismo con el nuevo presidente, quien ha hecho gala de una casta inteligente y aguerrida, y en el corto mes que lleva de gobierno ya ha tenido que enfrentar a enemigos políticos y a terroristas que persisten en su actitud sangrienta, sobre todo en la práctica del repugnante secuestro, y ha puesto la cara para combatir lo que es la plaga que con más énfasis debe ser enfrentada.
Los colombianos somos berraquitos, y mucho hemos tenido que sufrir con todos los males que nos azotan, pero de la misma forma sabremos dar el pecho ante los peligros que nos siguen acechando.
P.D.: Nada es tan fácil como parece, ni tan difícil como lo explica el manual.
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