Han pasado escasos veinte días desde que el país estaba viviendo un período de tranquilidad, esperando que con las fiestas de Navidad íbamos a sentir que con la ayuda del niño Dios los asesinos nos dejarían descansar de la horrorosa historia de tragedias y amarguras, a la que ya nos hemos acostumbrado desde hace tanto tiempo en esta bendita tierra.
Desafortunadamente, el pasado jueves como una hiedra de maldades volvió a sacar sus garras mortíferas el monstruo de la violencia, regresándonos a los momentos de pánico y acabando nuevamente con una pausa de una paz que por un momento pensamos iba a ser algo duradero, porque a pesar del mal manejo que le dio el gobierno pasado a toda esa revoltura del proceso de paz que armó el gobierno de Santos, pensamos por un momento que hubiéramos podido, con base en las buenas cimentaciones que dejó Uribe, volver a recobrar una ambicionada tranquilidad, con la esperanza de paz que todos los días vemos, como desafortunadamente se nos escapa a pesar del esfuerzo de todos los colombianos, que con desespero nos vamos sintiendo más lejos de la anhelada meta.
Es muy difícil entender las violentas reacciones de seres que sin Dios y sin ley se lanzan despiadadamente a atacar a los trabajadores de los campos y las ciudades, provocando la muerte cruel, como sucedió en este último episodio de dolor, sin que el resto de conciudadanos tengan la menor idea del momento y la causa en que les llega la muerte, dejando cientos de hogares huérfanos de padres y formando una tragedia aberrante, cuyas causas son inexplicables.
Otra vez sentimos el rugir de las balas asesinas y otra vez vemos nuestros campos bañados en sangre. Nos estremecemos ante la impotencia a la que nos llevan los miserables, que escondidos en las tinieblas no dudan en atacar colombianos, que en su inocente caminar hacia sus trabajos y sus colegios pierden inocentemente la vida, tratando de crear una patria limpia y valiente.
De nuevo, pues, nos toca enfrentar a los malignos asesinos, y esta vez que no nos vengan a decir que por los manidos "derechos humanos", ayudados por una una justicia podrida, no vamos a ser capaces de enfrentar con todas las armas que nos dan las leyes y con el rechazo que nos produce la crueldad asesina, a los que quieren cobardemente destruir un país que se merece mejor suerte.
Colombia no resiste más situaciones en las que sigamos siendo azotados por la crueldad, y este gobierno tiene en sus manos el poder de enfrentar la maldad y la crueldad con que nos azotan otra vez los miserables. El país tiene que unirse monolíticamente con todas sus fuerzas, sabiendo que esta es la última oportunidad que tenemos de salvarnos, y que si no lo hacemos con valentía y coraje, pronto tendremos los ejemplos malignos que nos están dando tantos vecinos.
No más actitudes blandengues, ni más justicias inoperantes. O nos amarramos los pantalones o quedamos como unos cobardes eunucos.
Que sea esta vez la última vez que nos sintamos aterrorizados y demostremos que sí tenemos cojones.
P.D.: Una mujer hermosa proporciona felicidad como amiga, como compañera de trabajo, como novia, o como esposa de otro.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015