El país está volviendo a una época muy difícil que marca el rezago palpable de nuestra historia, que sufre los violentos embates de la maldad descarnada que nos somete a los peores suplicios, sin que haya sido posible, a pesar de los esfuerzos del Gobierno y de las Fuerza Armadas, dar golpes definitivos y contundentes para acabar con este espantoso flagelo de la violencia.
Son innumerables las estrategias que ha puesto en práctica el gobierno para combatir a los grupos de bandoleros, que siguen de dueños y señores de inmensos territorios a lo largo y ancho de nuestra geografía, donde con actividades que sobrepasan las crueldades más aberrantes atemorizan a nuestros buenos campesinos que se debaten entre la vida y la muerte, rodeados del terror que los ataca por todos los flancos ante la ineficacia de los cuerpos armados responsables de nuestra defensa.
Hay una teoría, bien cimentada, sobre las razones para estar en esta situación, y es que hasta que no se le den golpes drásticos a las bandas de facinerosos que trafican con las drogas, cualquier esfuerzo que se haga para acabar con este monstruo va a ser inefectivo. Este es un problema de marca mayor y somos conscientes que ni los más poderosos países del mundo han podido controlarlo. Pero es tiempo de acabar con aguas tibias y llamar al orden a las democracias del mundo, muchas de las cuales se están dando cuenta de que no solo somos nosotros las víctimas de la plaga mortal, sino que ellos ya están sintiendo los efectos de este mal. Sabemos que las autoridades vienen haciendo grandes esfuerzos para combatir los cultivos ilícitos, pero solos no somos capaces de ganar esta batalla. Si no contamos con colaboración decidida de los vecinos amigos (no de los vecinos dictadores) tendremos perdida esta desigual confrontación.
Este apocalipsis tenemos que enfrentarlo ahora. Las maldades que sobrepasan cualquier imaginación se deben enfrentar con todo el rigor de la ley. Olvidémonos que tratándolos como ovejitas y dándoles la casa por sitio de recreo vamos a acabar con ellos. ¡Mano dura, si no queremos que pronto las víctimas sean nuestros propios niños!
P.D.: Siempre es una pendejada dar consejos; pero dar buenos consejos es absolutamente fatal.
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