Rápidamente han pasado, como nos ocurre con demasiada frecuencia, los sentimientos de dolor con las espantosas tragedias de Mocoa y Manizales, cuando se nos vino encima otra desgracia, todavía no tenemos ni idea que pudo haber pasado en Cartagena con la caída de un edificio que unas veces dicen que era de cuatro pisos y otras de ocho, pero que al final estaba siendo construido sin licencia de las oficinas responsables de la Alcaldía de esa ciudad. Todo indica que es otra tragedia cuya entera culpa es la mala fe de de los constructores.
Pero todo esto ha pasado, no porque ya se han encontrado a los responsables, incluyendo la Naturaleza, sino porque se nos volvieron a venir encima los fantasmas de la más rampante corrupción que nos haya tocado vivir, lo cual teniendo en cuenta el nivel de podredumbre que nos ha invadido no deja de ser algo memorable.
Creíamos que después de toda la porquería de la internacional Odebrecht, íbamos a poder descansar unos días de semejantes desgracias, cuando se nos viene el fiscal Néstor Humberto Martínez con las informaciones aterradoras del robo cometido en el contrato de construcción de la Refinería de Cartagena, Reficar.
La sola cifra de que el desfalco asciende a 116 mil millones de pesos, es decir 18 veces las platas de coimas repartidas por la brasilera, nos genera un infinito sentimiento de repulsa sentir nuestra incapacidad para vivir en un país que debería ser un ejemplo de honestidad y rectitud, y donde los hampones estuvieran en las cárceles pagando sus condenas por los robos que se cometen a diario en todos los rincones de esta adolorida patria.
Pero, y aquí quiero poner un paréntesis, me niego a creer que las listas de los sospechosos a los dos asaltos al erario público sean encabezados por la crema y nata de las clases política y dirigente. Tendrá que hilar muy delgadito el fiscal para probar que son en realidad responsables los personajes señalados, porque estas son acusaciones de marca mayor que ratificarían a Colombia como el país más corrupto del mundo.
Nuevamente, con toda la indignación que da sentirse untado por el estiércol de ladrones de cuello blanco, pondré toda mi paciencia rechazando que hayamos llegado a un nivel de deshonestidad de semejante calibre.
Ojalá pronto tengamos la verdad por escudo y que haya sido una ligereza del fiscal, para que al menos por estos dos atracos, no seamos responsables el resto de colombianos de semejante atraco.
P. D. Escribir es una cosa fácil. Todo lo que tienes que hacer es mirar un papel en blanco hasta que caigan gotas de sangre de tu frente.
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